La patria se ve enfrentada a dos cabezas de la misma hidra. La hidra del materialismo, del individualismo, del colectivismo y del desgarro social. Una de las cabezas es el liberalismo y la otra es el socialismo. Ambas cabezas pretenden alzarse como alternativa hegemónica para Chile, sin embargo, el problema es la misma hidra.
El erigir una verdadera comunidad nacional es reconocer el ser histórico-cultural de Chile. Ese ser nacional, godo-indígena, nace de la guerra que funda la necesidad de una capitanía general ignorada o pretendidamente olvidada por las cabezas de la hidra, animal que se alimenta del desgarro social del pueblo ensalzado por el odio, el que muchas veces se exalta ideológicamente. Por lo tanto, cada cabeza es expresión del alimento que nutre la hidra, hiriendo el alma popular de la nación.
La comunidad nacional puede vencer a la hidra, reconociendo su historia y cultura que lleva consigo su espiritualidad. La espiritualidad nacional refleja el alma popular de la libertad y de la solidaridad, no del odio, sino que del entendimiento que, aunque doloroso, hace posible la convivencia nacional. En consecuencia, no hay convivencia nacional sin libertad y sin solidaridad, lo que exige de la democracia chilena una conciencia integral, capaz de protegerse de oportunistas y fanáticos así como de afanes desmedidos de protagonismo vanidoso.
Finalmente, la hidra tal como hizo Hércules, debe ser decapitada y quemada su carne interior de tal modo que pudiendo haber liberales y socialistas, no atenten contra el ser nacional de Chile, larga franja de guerra, sangre y conquista, sino que leales colaboradores de la comunidad nacional, cuya democracia demanda responsabilidad y lealtad para con sus valores.
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