Cuando Francisco venga

Otra vez pasará los Andes, viene a ver conocidos y por conocer. Imagino que la visita será breve, un par de días, sólo en Santiago y no aparecerá en balcones de la Moneda ni tampoco en el Parque O’Higgins. El arrejunte principal, de seguro, será con sus colegas jesuitas universitarios y quizás en la U. Alberto Hurtado.

Ni media condecoración de San Silvestre a empresario alguno y una estirada a cruzar por la vereda del frente de la SOFOFA.

Visitará a los pobres, fiel a lo dicho que será una Iglesia pobre y preocupada por ellos. No a los pobres reciclados que le pueden instalar (no tiene pizca de tonto) sino a los de verdad, sepa Moya dónde, lo que no es difícil hallar en tantas periferias. Hasta que le puedan traer a Santiago cuanto poncho del sur y todas las artesanías que pueda llevarse sin pagar sobrepeso.

Con fervorosa diplomacia hará lo imposible para no ir al Estadio Nacional, excepto que en esos días venga San Lorenzo a un amistoso con Magallanes y no opinará de los candidatos a elegir en noviembre. Con Ezzatti, a lo más un tecito y de seguro irá a Maipú –por lo de San Martín abrazando a O’Higgins– y de ahí al terreno donde fue estudiante en Marruecos, hoy Padre Hurtado.

Habrá tanto interesado en asediarlo y solicitarle que consagre bienes, estampitas y edificios, pero ¿podemos proponerle algo? (Vade retro Satanás —él pensará).

Le ruego señor lector que apunte,ni mencionar mujeres sacerdotes o abusos de curas pedófilos porque de eso Francisco está informado de lo mejor.

Quizás, como fue pre-químico, me dan ganas que se juntara con los científicos [ni uno de los industriales de farmaceúticas] y para empezar dialogáramos si es posible que la Iglesia no le ponga tanta proa a la Evolución como Juan Pablo II que nos desconcertó cuando insistió que la transición desde los antropoides al hombre fue “una transición a lo espiritual” lo que no puede ser reflexionado en biología.

Ni que endorse al Cardenal Schönborn de Viena quien publicó en 2005 en el New York Times que la Iglesia se oponía a la teoría de la Evolución por la selección natural.

Así, a pesar de algunas importantes concesiones –incluyendo la apología oficial a Galileo, muchos siglos después– la Iglesia Católica sigue contraponiendo su autoridad científica sobre católicos que siguen entendiendo lo que va en contra de las tradiciones del Vaticano.

Apenas eso, que admita a Darwin y Wallace sin ponerlos en la hoguera. Una manera de cooperar con la educación y el conocimiento, una de las vías al desarrollo humano.

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