"Me gustaría creer que esto no es más que un cuento que estoy contando. Necesito creerlo. Debo creerlo. Los que pueden creer que estas historias son sólo cuentos tienen mejores posibilidades", escribió desalentadamente Margaret Atwood en "El cuento de la criada", una novela distópica sobre una tiranía ultraconservadora en Estados Unidos. Esta frase podría hacernos pensar que tiene su correlato verídico en las vivencias negativas que muchas personas de las disidencias sexogenéricas cruzan cotidianamente.
En los últimos años no sólo en Chile, sino también en otros países del mundo, han ido revitalizándose narrativas ultraconservadoras que no sólo se han tomado las escenas culturales y sociales, sino también políticas en diferentes puntos del globo, poniendo en riesgo los avances en derechos de diferentes colectivos migrantes, de las disidencias sexogenéricas y de las mujeres. Cada día vemos que se siguen produciendo una serie de violencias cotidianas e institucionales hacia diferentes grupos sociales que son considerados desde una visión dominante como fuera de la norma mayoritaria. De hecho, en Chile, han ido en aumento las violencias hacia colectivos de las disidencias sexogenéricas.
"Cada vez que me piden el carnet, sufro. Esa vez, el policía me quería hacer bajar del bus. Solo a mí me controló la identidad y no lograba entender, cuando yo le explicaba, que era ser trans". Fernando es una persona trans que migró de Venezuela y lleva más de 8 años en Chile. Algo que para la gran mayoría puede ser inocuo como mostrar su carnet de identidad, precisamente para Fernando y otras personas trans no lo es, ya que él no se identifica con aquella persona que aparece en su cédula de identidad.
Pese a que en Chile las personas extranjeras pueden teóricamente solicitar el cambio de nombre en su cédula de identidad, tal como las personas trans nacidas en el país, el proceso suele ser más engorroso de lo que se espera. El primer escollo que se encuentran es que entre los requisitos que se solicitan para este cambio es presentar la partida o certificado de nacimiento del país de origen apostillada.
Cabe considerar que parte de las personas migrantes LGTBI+ que salen de sus países lo hacen porque son empujadas, muchas veces, por la discriminación y violencia que viven en su cotidianidad o a nivel social. Por tanto, la mayoría no sale de su país con estos documentos -que además deben estar apostillados- ni tampoco tienen redes en origen para poder desarrollar a distancia un trámite que también en algunos países latinoamericanos requiere un proceso largo de tramitación y un costo económico que no puede adquirirse. Así, la posibilidad de poder contar con este documento, en muchos casos, se vuelve inviable y, de esa manera, imposible la oportunidad de cambio efectivo de la cédula. En ello, por tanto, no pueden adquirir su nombre social de forma legal. El segundo impedimento es la barrera económica: Fernando nos señala que muchas de las personas migrantes de las disidencias sexogenéricas trabajan, pero no disponen de recursos económicos suficientes para algunos trámites migratorios, ni tampoco para solventar en el caso de las personas trans, los costos asociados a los trámites de cambio de cédula.
Sin embargo, el miedo que plantea Fernando no sólo tiene que ver con su identidad sexogenérica, sino también con el hecho de ser migrante. Nos planteó en una entrevista reciente para una investigación Fondecyt sobre desigualdades y resistencias de personas migrantes LGTBI+ que en los últimos meses de 2023, él y otras personas migrantes han experimentado cotidianamente mucho más la xenofobia por ser de origen venezolano.
Los rumores, visiones estereotipadas y prejuicios sobre diferentes colectivos nacionales se han intensificado a partir de imaginarios estancos establecidos en debates políticos, medios de comunicación y redes sociales. Esto tiene como su corolario, la generación de expresiones de discriminación y violencia cotidiana en las relaciones interpersonales más cercanas.
Fernando nos cuenta que en taxis, en la calle, en el trabajo y en otros espacios públicos se han ido multiplicando estas expresiones de rechazo y odio, que además se agravan cuando además se pone en evidencia la identidad sexogenérica. Es decir, que la xenofobia se entrelaza con expresiones de trans-odio.
Patricia Muñoz (2011) señala que existen vidas que cruzan diversos tipos de "violencias interseccionales": es decir, que no pueden distinguirse exclusivamente aquellas violencias nacidas del ultranacionalismo, sino también de cómo opera la hetero(cis)norma, el clasismo, el racismo, el adultocentrismo y otras matrices de desigualdad en nuestra sociedad; generando efectos negativos en las vidas de personas situadas en dichas intersecciones.
Por ello, el 17 de mayo, cuando se conmemora el Día Internacional Contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia es una buena oportunidad para ratificar nuestro compromiso democrático con los derechos humanos y que reflexionemos sobre cómo impedir que nos dejemos llevar por historias únicas negativas sobre diferentes colectivos de las disidencias sexogenéricas, pero también en relación a otros ejes de diferencia como puede ser la nacionalidad, la edad, el color de piel o la posición socioeconómica. El nunca + a la discriminación debe ser más que un eslogan y para eso las acciones de respeto y dignidad para cada persona que vive en Chile son fundamentales y el Estado debe dar el ejemplo.
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