El silencio de un suicidio…

Nos parece gravísimo el suicidio de Carlos Felipe Deformes Lerdo de Tejada, más conocido como el “Violador de Ñuñoa”.

Sin entrar en detalles, creemos que la responsabilidad incuestionada para que estos hechos no sucedan recae, sin duda, en Gendarmería de Chile.

Los Tribunales de Justicia cuando determinan privación de libertad a un ciudadano(a), lo hacen con el objeto de tener a esta persona a buen recaudo, para requerirlo oportunamente, y de esta manera investigar y determinar, si es o no la persona que se le imputan los delitos.

Mientras no se tenga certeza que es culpable de una situación específica, tanto los Tribunales como la Sociedad entera, están en estado de incertidumbre, cuestión que obliga a la autoridad competente a dilucidar dicho interrogante.

Independientemente que el imputado pudiera reconocer sus delitos, ya que no sabemos las circunstancias psicológicas que lo llevaron a tal decisión, se hace urgente y fundamental el trabajo acucioso, profesional y oportuno de los Tribunales, para determinar responsabilidades.

La única manera que la ciudadanía pueda estar tranquila, segura y con la certeza absoluta, respecto a un delito determinado, para que este no vuelva a ocurrir, es que quien lo cometió, sea verdaderamente el imputado y eso sólo lo determina, con la colaboración del autor, el organismo respectivo.

Respecto al suicidio, en estas circunstancias, todo lo anterior nos queda como una gran interrogante, desconociendo si esa persona era o no responsable de aquellos delitos.

Más grave todavía, cuando ellos quedan en la penumbra, como en el caso que comentamos, pues nadie sabe, al final del camino, si Deformes fue el autor de todo
lo que se le imputaba, quedando en la absoluta impunidad, si es que hubo cómplices o directamente, otros autores de este abanico criminal.

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