Para lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas, como lo propone el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 (ODS 5), se requiere un trabajo multidimensional, que tenga en cuenta diversos factores que inciden en la situación de vulnerabilidad en que se encuentran muchas mujeres, y donde se comprendan y aborden los problemas que las afectan de forma integral.
Por ello, en la última asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su 77º Período de Sesiones, se declaró que "al igual que todas las crisis, la pandemia de Covid-19, el cambio climático y los conflictos, tienen efectos únicos y desproporcionados para las mujeres y las niñas".
Todas estas crisis, lamentablemente, aumentaron el riesgo de violencia contra las mujeres y niñas, quienes se encuentran ahora en una situación de mayor inseguridad y desprotección que hace cinco años y que afecta, especialmente, a las mujeres más vulnerables: mujeres indígenas, madres adolescentes, mujeres migrantes y mujeres rurales. Sin embargo, esta situación puede transformarse en una oportunidad, que se presenta como un llamado urgente a adoptar soluciones que finalmente mejoren la situación de las mujeres en términos económicos, sociales y culturales, donde se hace necesario el trabajo en conjunto de los gobiernos, la sociedad civil y también las organizaciones internacionales.
En ese sentido, la FAO en Chile, en atención al mandato del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), que busca eliminar toda forma de discriminación contra la mujer, y en línea al ODS 5, trabaja en todos sus proyectos para integrar el enfoque de género, en coherencia con las políticas públicas del país, disminuir brechas y eliminar barreras de entrada para las mujeres y niñas en cualquier área de trabajo, con particular énfasis en las mujeres rurales.
El trabajo que realiza la FAO para mejorar las condiciones de las mujeres rurales busca contribuir al acceso a más y mejores recursos naturales, económicos y técnicos, junto con mejores capacidades y, en definitiva, a una mejor calidad de vida, disminuyendo las situaciones de vulnerabilidad que se traducen en un mayor riesgo de violencia, lo cual debe realizarse de forma participativa con dichas mujeres.
En este ámbito, la FAO en Chile se encuentra ejecutando proyectos que se enmarcan en el ámbito medioambiental, vinculados a acciones de adaptación al cambio climático y a espacios de gobernanzas marino costeras. En este trabajo con las comunidades las mujeres son, sin duda, las más vulnerables ya que ellas continúan vivenciando la informalidad en el ámbito laboral y, generalmente, tienen a alguna persona a su cuidado lo que se transforma en un impedimento para iniciar los procesos de desarrollo que les ofrecen los proyectos.
Sin embargo, las mujeres en los territorios no son la expresión de la problemática social más aguda. A pesar de los obstáculos, también emergen como actoras sociales con una visión clara de su realidad, levantando diagnósticos de sus territorios y de lo que se requiere, con meridiana claridad. También se muestran disponibles a aportar sus saberes, abiertas a recibir capacitaciones y a compartir sus conocimientos. Son lúdicas y siempre disponibles a organizarse porque entienden que requieren de la colaboración de todas y todos para hacer frente tanto a la escasez hídrica, como a la falta de alimentos o de trabajos. Además, invertir en la realidad de estas mujeres tiene impactos multiplicadores, porque beneficia también a sus hogares, sus niñas y niños, y otras personas bajo sus cuidados.
Incluso en los escenarios adversos, las mujeres ponen a disposición de la comunidad sus semillas, sus prácticas de riego en el norte, sus intenciones de recuperar el cultivo en terrazas, las organizaciones para reciclar el plástico que desechan las salmoneras en el sur, o se posicionan como lideresas en los sindicatos pequeros buscando formas de romper con las barreras culturales para que las mujeres puedan ingresar al rubro. Invertir en mujeres rurales no se trata solo de un acto de justicia social, también resulta ser una buena decisión para activar otros sectores.
Es deber de las diversas organizaciones potenciar estas buenas prácticas que refuerzan su empoderamiento y contribuyen a disminuir la vulnerabilidad y hacer frente a la violencia de género. Este trabajo debe realizarse con una perspectiva interseccional. Mientras muchas de estas necesidades están medianamente cubiertas en el caso de las mujeres urbanas, en las zonas rurales es transversal la falta de políticas públicas con perspectiva de género que contribuyan a mejorar su calidad de vida.
Por ello, surge en forma clara la necesidad de avanzar en más políticas, planes, inversiones e iniciativas que puedan propiciar respuestas integrales a la compleja situación actual, de forma articulada y concisa, que adopte una perspectiva integral que visibilice la situación actual y que contribuya a poner fin a la violencia. La FAO continuará trabajando en esa línea comprendiendo que esta es la única forma en que las mujeres y niñas más vulnerables puedan vivir una vida libre de violencia.
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