De los mil rayados qué hay en calles y paredes, quedó uno fijo en mi retina: “la violencia no cicatriza”. Siempre he pensado que sí, apostamos desde la psicología clínica a que sí cicatriza en cierta medida, pero al caminar por una ciudad rayada de pensamientos y emociones, ya no lo sé.
En Chile somos personas con cicatrices, algunas más recientes otras menos, circulando por las ciudades y pueblos de este país.
Lo cierto es que desde el estallido social del 18 de octubre, hay personas heridas física y subjetivamente. Hay cicatrices que se han reabierto y otras ocultas que se han mostrado y expuesto a los demás.
Especialmente después de la manifestación del colectivo feminista Las Tesis y el clima social actual, no es de extrañar que hayan aumentado acusaciones de abusos, las cuales se realizan funando al supuesto agresor, como una forma de hacer justicia, antes o reemplazando la justicia estatal.
Para muchas adolescentes y mujeres víctimas, la FUNA es una forma de justicia personal y social que consideran más eficiente y accesible que la sanción jurídica, en la cual no confían, bien sea porque han perdido credibilidad las instituciones que la imparten, o porque consideran que existe el riesgo de que no se crea en su palabra, que se minimicen los hechos o se les culpabilice, por ejemplo al momento de hacer la denuncia, lo que finalmente las vuelve a violentar.
Pero, la Funa ¿es justa? ¿Es reparadora? ¿Protege a la víctima? ¿Qué sucede con el ofensor? Cuándo es en redes sociales ¿es distinta a la que no lo es?
La Funa por redes sociales es para siempre, traspasa el tiempo y el espacio y para aquellos, tanto posible víctima como supuesto ofensor, en los que su “ser” en el mundo existe en el espacio virtual de las redes sociales, tiene un impacto mayor.
Para el supuesto agresor, implica su aniquilamiento, una condena a muerte, porque para siempre en ese extraño lugar del cyber espacio, es un agresor sexual.
Para la victima ¿es similar? Se expone a ser atacada, estigmatizada, pero también a ser apoyada y segundada por otras mujeres.
¿Queda fijada en la posición de víctima o deja de serlo al decidir acusar públicamente el abuso cometido en su contra?
Funa en mapudungun significa “podrido”, lo podrido tiene como destino la descomposición, la muerte. Podríamos preguntarnos entonces si es justicia y que tipo de justicia es, quien se descompone ¿el ofensor? ¿la víctima? ¿ambos?
La sociedad en su conjunto que convive con esta violencia estructural reflejada en la vida de cada una...mujeres que caminan en las calles con sus heridas subjetivas, lo que remite a aquel rayado en la pared pero ahora en forma de pregunta, la violencia ¿alguna vez cicatriza?
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