El inicio de las actividades educacionales en forma presencial agregó otro aspecto a las preocupaciones de las recién asumidas autoridades de Gobierno, se trata de ataques, asaltos y violencia sexual en contra de jóvenes estudiantes en la educación media y universitaria.
Se han conocido dos tipos de brutales agresiones en contra de la mujer, la de patotas masculinas que realizan sus repulsivos ataques usando las redes sociales, con infames mensajes de amenazante violencia sexual dirigidos hacia jóvenes estudiantes de liceos de la enseñanza secundaria.
Asimismo, grupos de delincuentes atacan a jóvenes estudiantes en barrios de gran afluencia de universitarias, llevando a cabo robos, asaltos y agresiones físicas que materializan brutales abusos a su integridad física y su condición de mujer, incluso, intentos de secuestros con fines de concretar las peores agresiones por parte de estos delincuentes. En este contexto de aguda violencia de género, se han denunciado violaciones de alumnas en colegios que no tuvieron la respuesta rigurosa a la que están obligadas las autoridades educacionales de los establecimientos respectivos.
¿Que pasa en la conciencia social?
Hay que condenar y erradicar un fenómeno deleznable cómo está cruel y sistemática violencia de género en contra de jóvenes estudiantes. Aquí se está poniendo de manifiesto un desprecio a la dignidad de la mujer que es totalmente inaceptable, un vergonzoso y condenable fenómeno de misoginia en Chile.
No sólo hay que condenar estas aberrantes conductas; en especial, la violenta discriminación y agresión masiva y pública que se da en ciertas expresiones "artísticas" y espectáculos repetidos al infinito con fines comerciales, cuyos contenidos conllevan una ira y odiosidad hacia la condición de mujer que no pueden seguir difundiéndose impunemente. La responsabilidad del Estado es frenar la difusión de contenidos que fermentan el resentimiento social, la irá irracional contra la vida en comunidad y el odio irrefrenable contra la mujer.
El gran problema de la sociedad actual es que se vive para pensar en ganar plata, vender y asegurar abultadas ganancias, con ese fin se difunde cualquier cosa, incluida la masificación del desprecio a la mujer y la dignidad del ser humano en supuestas composiciones artísticas, luego se desata la violencia de género y ante el dolor de las víctimas humilladas y ultrajadas se condena a los femicidas, cuando el atroz costo humano ya es irreversible.
Basta ya de hacer ídolos de la juventud a misóginos que esparcen odios y violencia incurable. Falsos ídolos presentados de fenómenos artísticos o musicales. En este sentido, la irresponsabilidad mediática ha sido descomunal. Esta violencia de género contra jóvenes mujeres requiere una réplica enérgica, rotunda. Los agresores deben ser sancionados. No es viable una sociedad justa con este grado de violencia visceral que daña y rompe irreparablemente la convivencia social.
Hay que restablecer la dignidad del ser humano como la base fundamental, inamovible e inviolable, de la vida en comunidad y de la civilización. Nada puede existir ni validarse aplastando la inviolabilidad de cada persona. Ganar dinero tiene un límite, la dignidad del ser humano y el respeto de la comunidad. La humanidad caerá en un caótico social y, en consecuencia, institucional si no es firme y definitivo en esta cuestión esencial.
Se requiere una resuelta voluntad política del Estado porque este desafío va más allá de las posibilidades del sistema educacional. Hay que poner fin al repulsivo negocio con la violencia en la juventud y esa capacidad de convocatoria y autoridad corresponde ejercerla al Estado democrática y a las autoridades legítimas del país que cuentan con las herramientas necesarias para ello.
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