El globalismo como la historicidad de los poderes supraestatales y trasnacionales ha adquirido, en las últimas décadas, especial relevancia a partir del derrumbe de la Unión Soviética. EE.UU. como potencia hegemónica instala lógicas de dominación a través de la guerra en puntos estratégicos del planeta, aduciendo varios argumentos para esconder el propósito verdadero. Uno de los casos más especiales fue la guerra de Kosovo, donde en base al criterio del humanismo militar, o sea en pos de los derechos humanos, la OTAN bombardea Serbia.
En la primera década de los 2000 se busca el motivo para invadir Irak, escondiendo el verdadero, publicado en el "BildZeitung" el día uno de la invasión, que era desestabilizar Siria para derrocar al régimen de Bashar al Assad. Las consecuencias de esta intervención derivaron en el Estado Islámico de Irak y el Levante o Siria, más conocido como ISIS para occidente o Daesh, organización terrorista finalmente derrotada por Rusia e Irán y sus aliados, más otras milicias pertenecientes a los kurdos y sus cercanos.
La lucha contra el Yihadismo trajo consigo un acercamiento singular entre cristianos y musulmanes en el Medio Oriente, afiatado en su lucha contra las milicias fundamentalistas. Sin embargo, después de esa dura experiencia que actualmente aún persisten sus secuelas geopolíticas, Occidente reactivó políticas de fines de los 70 y de los 80, cuyo motivo es exacerbar el liberalismo individualista para generar condiciones de debilitamiento de sociedades y de creencias religiosas. En este sentido, la propagación de la ideología de género, provista ya por el Informe Kissinger "NSSM 200", ha invadido gran parte de las agendas gubernamentales, asumidas por las derechas e izquierdas globalistas. Además advierte la necesidad de tomar medidas en relación con la sobrepoblación y otros asuntos de seguridad de los EE.UU.
Hechos que se han visto reflejado por el pacto migratorio de la ONU, pero cuya propuesta en el fondo nace del gobierno de Angela Merkel como canciller de Alemania, para descomprimir la irresponsable política migratoria europea. Asimismo, la propagación del fundamentalismo ecologista, usando como pretexto el cambio climático, ha imbuido en organismos supraestatales y transnacionales la idea de eliminar la agricultura y ganadería de los países europeos, medida que perfectamente podría extenderse a nuestro continente, si no logramos elegir un gobierno de vocación nacional y popular.
La oscuridad del liberalglobalismo yace en una pretensión hegemónica del mundo a través de la fractura de las sociedades, desaparición de las familias y reemplazo de la religión así como de la moral natural por la ideología de genero y la eliminación de la verdad en base a pretextos de desinformación, conculcando la libertad de prensa e información tal como se propuso en el Foro Económico Mundial. En consecuencia, la perversidad del liberalismo global es la instalación de una dictadura totalitaria intrínsecamente perversa, cuyo fin es el control de las mentes y de los sentidos de cada acción humana, así todo el mundo cree que vive en libertad, siendo esclavo.
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