¿La pandemia del espíritu?

Quizá, como no lo esperábamos, henos aquí pensando en el significado profundo de nuestra existencia, que se plantea con tanto dramatismo frente a lo que se constituye como una catástrofe mundial, en relación a la cual aún no existen los medios suficientes para detenerla, sin que antes de ello el dolor, el miedo y la tristeza nos oculten los hechos más profundos de nuestras vidas,  dado que esta Pandemia no solo toca a la “la gente” sino que somos parte integrales de ella y en cada caso nos situamos como personas que tenemos distintas respuestas frente a los temores señalados.

Ya no son sólo los otros los que pueden sufrir esta miseria, sino que cada una de nosotros, como personas en carne viva, pero con una eminente identidad que está siempre abierta a ser descubierta en los terrenos más profundos de nuestro ser.

Seguir pensando que después de esta tragedia el mundo puede seguir igual, es no comprender nada de lo que está sucediendo en el mismo y en sus distintos ámbitos.

Sin duda que en nuestra sociedad no podrán mantenerse los arrogantes privilegios del cual han gozado muchas personas (algunas de trabajo esforzado y otras expertas en lucro, finanzas y no en trabajos productivos), frente a la miseria que viven miles y miles de hermanos .

Con esperanza podemos pensar que las ciencias médicas y otras anexas nos podrán ayudar a dar un paso más adelante de este mal período. Pero como bien se ha dicho, este es una de las dimensiones de la Pandemia que nos consume y que es posible superar.

Del mismo modo, pensamos que esta es una tragedia para el mundo del trabajo y del capital, bien usado. Nada justificaría que volviésemos a tener empresas (productivas y de servicio) que no respetaran la eminente dignidad del trabajador o que sencillamente el lucro sea el eje valórico que se debe sustentar por parte de aquellos que han sido favorecidos.

Así como lo decía en un artículo anterior (Un Estado Comunitario), es necesario crear unos espacios comunitarios y solidarios intermedios, para fundar un Estado sólido y moderno, velador en propiedad y ejecutor de nuestras energías básicas y supervisor permanente de las buenas medidas que hay que seguir para todos los chilenos de acuerdo al poder conferido a los Gobiernos que se gesta democráticamente.

Es lo que llamaría una pandemia económica y social, si es que seguimos el camino que ya traíamos a cuesta con un sistema económico y social que demostró su ineptitud para dar a todos lo que merecen, en igualdad de condiciones.

No obstante esto, las Pandemias pueden ser de distintas dimensiones y en el caso de un país que se confiese mayormente como cristiano, en sus valores éticos fundantes, no podemos dejar de pensar en otro tipo de Pandemia, más silenciosa, más profunda, que no solo toca el cuerpo, sino sus dimensiones connaturales de ser un cuerpo con un alma y con un espíritu.

De ahí la aparición, todavía no vista por algunas generaciones o grupos de poder, de estas exigencias del futuro. Yo no quiero ser un animal que se alimenta, que compra, que se vende por vil dinero, o por traición a principios elementales, quizá sustentados durante sus vidas.

El que no escucha el claro llamado a la espiritualidad como eje central de la sanación de nosotros y de nuestro entorno, lo puede hacer si así lo elije, pero eso también lo puede dejar sin sentido de su existencia. De ahí la aparición de educadores, psicólogos, médicos, junto con otros profesionales y personas que trabajan con nuestra alma para darle sentido a nuestras vidas.

La vocación demostrada por tantas y tantos en el campo del servicio a la salud del prójimo, son una clara y contundente muestra que el espíritu está presente en cada una de esas vidas puestas al servicio de los otros. De ahí también, no solo la fuerza y el ímpetu de felicitarlos por lo que hacen, sino reconocer en ellos/ellas una clara muestra de la existencia de ese Espíritu de Amor presente en la historia de toda la humanidad.

Pandemia bio-psicosocial que es necesario tener en cuenta como dato duro de la realidad, pero que debe modificar la voluntad y la inteligencia, las emociones e imaginación, de todos aquellos que quieren nuestra superación como una comunidad humana solidaria y justa.

El espíritu vendrá a nosotros cuando lo sepamos llamar mediante la meditación, la ejercitación del cuerpo, la oración, la vida en familia y amistades, dando cada uno de nosotros lo mejor de sí mismos.

Con eso, sin duda, la Pandemia del Espíritu se puede transformar en la Pandemia del Amor, la Esperanza y la Caridad.

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