En tiempos en que se han reeditado lógicas eminentemente geopolíticas, como la guerra en Europa y los crímenes de guerra y lesa humanidad en Palestina, el extravío de los gobernantes es notorio y las propuestas ideológicas a nivel global son tristes desde la perspectiva humanista. Por ella, entenderemos una sociedad enfocada en el humano y su desarrollo integral.
La derecha que se ha reunido recientemente en España demostró su atrincheramiento en las denominadas ideas "libertarias", que llevan implícitas una redefinición de civilización. Ahora se sostiene sin tapujo una impronta materialista del ser humano, disminuyéndolo a una unidad económica que, en último término, esté al servicio del capital. Esto lo revisten de una moral simplificada y abyecta, que sólo se centra en el rechazo a la ideología de género, al mismo instante que defienden su lucha civilizadora por medio de "matanza de miles de niños y mujeres", impulsan el comercio de las armas por razones de lucro y no demuestran interés en un orden económico justo. Posiblemente ello lleva demasiada filosofía.
Desde ese ethos cultural reivindican su lucha contra los bárbaros que amenazan la supremacía occidental. Ni los crímenes de lesa humanidad los conmueven en su imaginario desentendido de la dignidad humana. Sus respuestas son simples: se apoya a los aliados ideológicos o estratégicos sin importar lo que ello implique.
Por lo tanto, en la derecha "dura" no hay interés en un equilibrio entre el necesario crecimiento material en justicia y el espiritual. Esta última expresión, en líderes de ese sector, se asume en formas arrogantes con una actitud que denota un desinterés por la verdad.
Dicho lo anterior, se comienza a parecer este ideario a las bases doctrinarias de lo planteado por el fascismo durante el siglo anterior. Ahora impulsado principalmente por influencers o nuevos caudillos digitales. En efecto, la figura política relevada en estos tiempos está lejana a la de los artesanos (en vista al enfoque comunitario) o burgueses (como lo apuntó el liberalismo clásico), sino que actualmente se promueven los estereotipos capaces de hacer una "cuña" altisonante y descalificatoria como una nueva manera de hacer política, lo cual es una de las causas y efecto de los populismo y polarización vigente.
Por otro lado, las fuerzas autodenominadas progresistas no han conseguido conceptualizar que significa aquello, ya que desde la caída del Muro de Berlín han intentado -las izquierdas materialistas- aglutinarse tras la división social que el sistema capitalista ha generado: los ganadores y perdedores del sistema, pero con un discurso ambiguo.
Los progresistas se consideran fuerzas antisistémicas, por lo que a ratos se mimetizan con grupos anarquistas que tienen una cierta conexión con los libertarios, pero la diferencia sustantiva sería que el Estado es un trofeo de guerra a repartir entre sus leales, más que una posibilidad de impulsar un proyecto político que atienda al ser humano en su compleja integridad, material y espiritual.
En consecuencia, mientras no nos veamos como seres materiales y espirituales con un sentido común que se construye en comunidad, respetando a los demás, todo seguirá siendo pasajero (líquido como se suele decir hoy). En efecto, estamos observando líderes políticos coyunturales y ramplones. Por ello, la verdadera revolución que necesitamos es la espiritual.
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