Coescrita con Antonia Orellana Guarello, ministra de la Mujer y Equidad de Género
"Volver la cara hacía el campesino, darse cuenta de él y agrarizarse un poco", escribió Gabriela Mistral en un artículo en El Mercurio, el año 1928, adelantándose a la demanda de la Reforma Agraria e interpelando a un país donde los terratenientes se alimentaban del campo, abandonando a quienes lo habitaban. Misma reflexión le dirigió al Estado, que prestaba justa atención a las demandas de las y los obreros, pero no pensaba en el campo. Ahora, 96 años después, y conmemorando el Día de la Mujer Rural, acogemos ese llamado de atención que sigue vigente, agregando también a las campesinas. De escucharlo o no, depende nuestra capacidad de construir un país que cobije realmente a todas las mujeres.
En un territorio que de punta a punta alberga infinitas realidades y donde casi medio millón de mujeres vive en entornos rurales, tenemos un desafío: Que la diversidad no se transforme en dispersión y que las urgencias de las mujeres del campo no se diluyan. Para ir al grano es que el Plan Nacional de Igualdad 2018-2030 presentado por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género a inicios de 2023, que señala a las mujeres rurales como un colectivo al que hay que acercar la mirada, pues si bien la cancha está dispareja en todo Chile, las brechas en el campo son aún más profundas. Basta ver los valores de la pobreza multidimensional, que en las campesinas alcanza 35,1%, mientras que en zonas urbanas se empina por el 14,6%. En palabras sencillas, la carga doméstica que se asume incluye, además de las labores domésticas y de cuidado, la mantención de chacras, el riego y el trabajo propio del campo.
Queremos que las campesinas del país sepan que no están solas, porque si algo ha demostrado el feminismo es que para eliminar brechas no basta con pensar en números que uniformen la experiencia de las mujeres, es necesario verlas en sus particularidades. Así, tenemos claro que al pensar en la garantía de derechos sexuales y reproductivos tenemos que tener en cuenta horarios de atención que sean compatibles con las jornadas de trabajo de las mujeres, que las políticas de prevención y denuncia de violencia tienen que contemplar los componentes territoriales, o que, al pensar en los instrumentos para recoger datos estadísticos sobre el uso del tiempo en el país, es necesario no solo identificar las particularidades por género, sino también enfocarse en la ruralidad.
En ese sentido es que diversas instituciones se han comprometido con los avances para las campesinas, entre esos el Programa Mujeres Rurales de Prodemu junto a Indap, una experiencia única en Latinoamérica, que con 32 años de existencia acompaña, capacita y vincula a grupos de campesinas que trabajan en variados rubros, entregando formación de forma integral y con enfoque de género, además de entregar recursos para levantar unidades productivas que consoliden su autonomía económica. Otras iniciativas son las financiadas por el Fondo para la Igualdad, como las Escuelas de Lideresas que facilita Indap a mujeres campesinas, focalizándose en distintos grupos, actualmente con especial énfasis en las jóvenes o el Programa de asistencia y capacitación en el uso de tecnologías de riego ley N°18.450, para agricultoras, que acompaña la implementación del riego tecnificado con energía sustentable, que en voz de las propias mujeres, las ayuda con algo muy valioso: descomprimir su carga de trabajo y tener más tiempo libre a su disposición, además de disminuir el gasto de energía eléctrica.
Los desafíos son tan vastos como el territorio que habitamos y los enfrentaremos con gestión, focalización y recursos, desplegándonos por cada rincón de Chile, no solo entregando información y acercando el Estado a las zonas rurales, también escuchando a sus habitantes, comprendiendo que no es posible construir un Chile para todas si no incluimos las voces y vivencias de las mujeres campesinas y, reafirmando que no es posible construir políticas con enfoque de género efectivas si no tenemos claro, desde un inicio que factores como las grandes distancias, la crisis climática o las dificultades para acceder a salud, educación y otros derechos básicos, tienen que ser parte de la hoja de ruta con la que trazamos un Chile para todas.
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