Las múltiples crisis de los últimos años han puesto en evidencia que el modelo de desarrollo de los países se caracteriza por profundas brechas estructurales que afectan a la gran mayoría de la población, siendo la desigualdad de género una de las más significativas que urge atender. El próximo 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer y debemos enfrentarlo como una efeméride clave para generar transformaciones.
En los últimos 45 años, en el contexto de la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, los gobiernos aprobaron una serie de acuerdos que incluyen medidas sobre el diseño de políticas para el cuidado y el llamado a la corresponsabilidad de cuidados entre el Estado, el sector privado, las familias y la comunidad. Acuerdos que se orientan a desarrollar sistemas integrales de cuidado desde una perspectiva de género, interseccionalidad, interculturalidad y Derechos Humanos.
En Chile, la Política de equidad de género de Transporte del 2017 declara que el desplazamiento de las mujeres difiere sustancialmente al de los hombres, ya que estas realizan sus viajes con motivo de "cuidado", multipropósito, en horarios de menor congestión y en trayectos más cortos, siendo las principales usuarias de los medios de transporte público (52.5%), mientras que los desplazamiento de los hombres se caracterizan por ser trayectos largos, entre el hogar y el trabajo, durante horarios punta, utilizando otros medios de transporte, como el automóvil.
La diferencia en la movilidad y uso de la ciudad por parte de las mujeres no sólo se produce porque manifiestan necesidades diferentes a las de los hombres, sino porque la ciudad potencia ciertas vulnerabilidades en las mujeres que limitan el uso del espacio público, acrecentando la percepción de inseguridad o miedos, aceptando que la mujer debe aprender a vivir así y condicionar el uso o goce de la ciudad.
En este 8M, se hace prioritario incluir la perspectiva de género en la planificación, diseño y gestión de la movilidad de todas las mujeres, erradicando así percepciones de inseguridad, violencia o limitaciones en el día a día de convivencia con la ciudad, e impulsando transformaciones profundas pensadas con y para las mujeres, vinculadas con elementos propios de su ciclo vital.
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