Hace ya algunos meses, el presidente de la SOFOFA Bernardo Larraín Matte, declaró en entrevista para CNN que, “hay cierta caricatura de seguir diciendo que tenemos una economía extractiva… como si fuera sinónimo de que no hay emprendimiento”.
No hay una cierta caricatura. El asunto es una caricatura en sí.
El modelo exportador es uno de los motores de la economía nacional; sin embargo, sólo en el año 2017 el 54% de las exportaciones fueron mineras. Si eso no es extractivo, que alguien explique qué es.
Si asumimos que el emprendimiento se asocia a la investigación y desarrollo, cuya inversión es ya paupérrima, nuestro país invierte en I+D, el 0,38 % del PIB total, sobre Moldova y bajo Macedonia, con un 0,33 % y 0,43% respectivamente, es lógico esperar que tengamos resultados paupérrimos.
Según los índices de la OCDE, somos los que menos invertimos en I+D.
Del total de gasto en inversión y desarrollo en Chile, dos tercios los gasta el Estado y un tercio los privados. Increíble por decir lo menos.
El proyecto de extracción de carbón en la Isla Riesco, controlada por los grupos Copec (grupo Angelini) y Ultramar (familia Von Appen), es el mejor ejemplo de lo que no están haciendo las empresas modernas hoy, ya que este “emprendimiento”, es una evidencia que a muchas empresas en Chile, no les interesa la integración futura, sino solo la rentabilidad presente.
¿Se imagina a Amazon, socia en el proyecto Isla Riesco? Mejor que juzgue el lector.
Al otro lado del planeta, casi simultáneamente, uno de los genios de la revolución tecnológica, presentaba un producto que estremecería el mundo entero.
Era de esperar que Microsoft sorprendiera con otro invento digital, pero a sorpresa del mundo presento un inodoro (o WC) que no necesita agua. Sí, leyó bien, un inodoro presentado por el oriundo de Seattle, Bill Gates.
Invento tan trascendente, que se estima que en un futuro cercano evitará la muerte de medio millón de niños al año, con el solo hecho de prevenir enfermedades relacionadas con malas condiciones del agua.
Un invento que recuerda el cambio permanente en nuestras vidas con la irrupción de los computadores en la década de los 70, guardando las proporciones.
Más aún, considerando el contexto del calentamiento global, el inodoro de la fundación Melissa y Bill Gates tendría repercusiones significativas en la salud mundial y el ahorro del recurso hídrico, dos temas fundamentales en el mundo de hoy.
Bien por el planeta.
Volviendo a esta latitud, Larraín Matte, señala la falta de incentivos públicos en su análisis, olvidando algo muy básico y es que el I+D nace precisamente por una necesidad, y propende a inventar o modificar sistemas y productos para suplir justamente esas necesidades.
La profundidad del tema, no va en la cantidad de incentivos que el Estado pueda dar, sino por el generar oportunidades ocupando el capital humano y tecnológico, que hoy están mucho más disponibles, dado los fenómenos de la globalización.
También olvida, la responsabilidad del sector privado en comprometerse, no sólo con la rentabilidad propia de los proyectos fruto de los negocios propios de las empresas, sino también arriesgar valores razonables, que permitan la incorporación al mundo productivo de mejores bienes y servicios para la población en general.
Demás está decir, como ha avanzado la agroindustria e industria en Chile, sin requerir muchas veces de premios e incentivos que existen en la economía, el mejor premio desde el punto de la rentabilidad, lo da el mercado y no el Estado.
Por otra parte, el factor de concentración de la actividad económica, también juega en contra, basta ver sectores como comunicaciones, retail, farmacias, financiero entre otros, donde la renta es el único factor a la hora de re invertir. El famoso club de los tres.
Muchos esperábamos que Larraín Matte, al representar una generación nueva al mando de la SOFOFA, liderara un proceso profundo de transformación de los temas y desafíos que debe tener el sector privado, a la hora de expandirse o transformarse.
No basta que se reconozca una deuda del sector en materia de I+D, en pleno siglo XXI, con la revolución tecnológica que el mundo presenta.
Los coreanos del sur así lo entendieron y gracias a una profunda reforma del sistema educativo a mediados del siglo pasado, lo que sumado a una férrea disciplina productiva y la incorporación de un sistema de alta competencia, hoy son lo que son.
No justifiquemos su desarrollo al proceso pos segunda guerra mundial. Es un error mayúsculo.
Se espera que Larraín Matte, incorpore los elementos mencionados, de lo contrario pasará inadvertido en la historia de la Asociación Gremial.
Es más, hoy parece un líder fundamentalista, carente de una visión moderna e innovadora, concentrando muchos de sus esfuerzos y gestión, en la rebaja de la carga impositiva, la flexibilidad laboral y medio ambiental y la defensa corporativa de intereses con réditos solo en el corto plazo.
Eso es un relato de los años sesenta.
El país necesita un contrato social, que se piense el Chile en los próximas décadas, la denominada visión estratégica. Ahí deberían estar los puntos de discusión, pues hoy es tan rápido el conocimiento, que producen cambios en las personas, que jamás lo habíamos imaginado.
Las empresas no sólo se deben a sus accionistas, sino también a la propia comunidad donde se desarrollan.
Justamente, ahí está la razón porque Netflix hizo quebrar al gigante Blockbuster. Supo leer el presente para predecir el futuro y los resultados fueron simplemente sorprendentes. Supieron utilizar la innovación para avanzar en un modelo de negocios que nadie imaginó.
Hoy, ejemplos hay muchos. Ojala, la visión moderna del mundo no haga sucumbir a muchas empresas y liderar desde los organismos gremiales lo que aún Larraín Matte no ha entendido.
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