Durante el mes de septiembre acostumbramos a pensar en nuestro pasado como nación, sin notar que durante esas lejanas épocas, otros chilenos concebían un Chile del futuro con cierta dosis de fantasía. Echando a volar la imaginación respecto a aquellos artefactos que también pueden volar, tres escritores proyectaron tecnologías inexistentes en los albores de la República y a la vez criticaron la sociedad que les tocó vivir. A diferencia de la tradición literaria chilena, que suele hacer cuestionamientos en base a lo familiar; por el contrario, en "Ocios Poéticos y Filosóficos" de J. Egaña (1826), "El Espejo del Mundo" de B. Tallman (1875) y "Desde Júpiter" de F. Millares (1877) se explora la conquista del aire y del espacio desde lo extraño, quedando de manifiesto la diferencia entre el estado real del país y el estado deseado de él.
Comenzando en orden cronológico, se identifica que el primer trabajo chileno con conspicuos elementos de ciencia ficción con preocupación social data de 1826, apenas siete años después de oficialmente declarada la independencia nacional. Se trata de un ensayo que puede clasificarse dentro de la filosofía política intitulado "Ocios Filosóficos y Poéticos en la Quinta de las Delicias" del diplomático chileno Juan Egaña Risco(1).
En esta obra, cuyo cuarto volumen se publicó en Londres, Egaña imagina un Chile para el año 50.000 como una sociedad distópica, donde la causante de ese indeseado estado no es la tecnología misma, sino las propias personas: "...si observamos que los hombres apenas progresan en civilidad, costumbres, y buen orden, cuando nuevas convulsiones destruyen el arreglo social, y aparecen los siglos de atrocidades y barbarie".
En efecto, el autor es pesimista respecto a la conducta humana futura pese a las bondades de los adelantos que él pronostica: "acaso en el año de 50.000 pudiera manejarse la inmensa fuerza de los elementos, combinados o ya separados de los mixtos, de lo que ahora dan alguna pequeña muestra el vapor, la pólvora y muchos agentes minerales; y disponer con ellos de las sólidas y grandes masas de la Tierra; hallanar los montes, transmutar los ríos y aún los mares, y aumentar prodigiosamente la fuerza de proyección".
Inmediatamente continúa imaginado un desarrollo artefactual para alcanzar el espacio despegándose de la Tierra: "¿Quién sabe si en virtud de esta fuerza, pudieran salir algunos cuerpos de la esfera de Ia atracción terrestre, y transportarse a los planetas y aún comunicarse con el Sol?".
También Egaña imagina el transporte aéreo por el globo terráqueo, no sólo mencionado el tipo de vehículo; sino además la energía utilizada: "Los globos aerostáticos nos indican que, alguna vez, podremos correr con suma celeridad y descanso por todas las regiones de la Tierra; y es muy probable que el vapor sea el agente y director de esta navegación".
Incluso este escritor va más lejos, anticipando la actual tecnología de comunicación electromagnética a través del espacio para la búsqueda de inteligencia extraterrestre: "Quién sabe si Ia luz pudiera hacerse un conductor, o por Io menos una escritura representativa, para familiarizarnos con los habitantes de aquellos orbes?".
Continuando con el recorrido cronológico se tiene que en 1875, cuatro años antes de la Guerra del Pacífico, aparece la obra "El Espejo del Mundo en el Año 1975", de Benjamín Tallman(2). Ésta narra las noticias leídas por un porteño en su viaje por la Abisinia del siglo XIX (actual Etiopía) en un diario de Santiago de Chile llamado "Espejo del Mundo", respecto de 100 años en el futuro. Aquí se anticipan varios adelantos tecnológicos tales como "la venta de caballos utilizando fotografías mágicas instantáneas con movimiento"; algo muy similar al actual modelo de negocio conocido como telemercado.
En cuanto al transporte aéreo de personas, en dicho diario se publica el programa de vuelos comerciales entre Chile y Europa: "El Céfiro Alado Línea de Correos saldrá del cerro de Santa Lucía el 1 y 15 de cada mes a las 4 P.M. para Londres, París y Berlín". También se anuncian vuelos hacia el resto de América: "Los días 5 y 20 de cada mes se despachará el Cóndor Aéreo de Valparaíso para París y Londres con escala en Panamá y Nueva York".
En este mismo diario que se proyecta un siglo hacia el futuro, la aeronáutica explícitamente parece ser algo cotidiano tal como se aprecia en el anuncio: "El Gladiador Volante ha sido examinado por la Junta Aeronáutica de Ingenieros de Valparaíso el pasado enero y ha obtenido el certificado...".
La tercera obra de ciencia ficción que se identifica en este segmento del tiempo es del año 1877, titulada "Desde Júpiter", del chileno Francisco Miralles quien firma con el seudónimo de Saint Paul(3), reconocida por muchos como la primera novela de su género en lengua castellana. Este escritor oriundo de Colchagua relata la historia de un habitante de la capital de Chile que, mediante "magnetismo", es proyectado a una avanzada civilización que habita en aquel planeta gigante del Sistema Solar.
Desde el planeta Júpiter, gracias a un potente instrumento, el narrador observa a la sociedad chilena. Así en esta obra se explota la metáfora del distanciamiento para desde millones de kilómetros, en un espacio ya conquistado, tener una vista más completa del medio nacional.
Un pasaje de la crítica del autor colchagüino se observa cuando él relaciona el nivel intelectual con el desarrollo artefactual: "Habéis visto también que los sistemas de locomoción coinciden con ese estado intelectual, pues todavía usáis vehículos arrastrados por animales, y por consiguiente no conocen aún el bello arte de trasporte aéreo, tanto más cómodo, veloz, barato y seguro, que ningún otro".
Pero Miralles no sólo fantasea con vehículos de transporte; sino principalmente con la capacidad de obtener información a la distancia, tecnología actualmente conocida como percepción remota cuando él logra elevarse desde el suelo: "...torno mis miradas alrededor de un horizonte cuya superficie era más de veinte veces mayor que la posible en la Tierra en iguales condiciones".
Las tres obras comentadas en párrafos anteriores se ocupan del impacto de la industria artefactual en la sociedad chilena y a diferencia de otros clásicos de ciencia ficción en lengua inglesa, la gestión que de esta tecnología se hace no es la causante de males. En efecto, uno de estos males es la pérdida de control cuando un emprendedor aplica por primera vez una tecnología que forma parte de un exclusivo patrimonio intelectual a un proyecto cuyo curso, muy a pesar de él, sigue una trayectoria inesperada con trágicos resultados.
Sin embargo en el caso chileno para el período examinado, la aeronáutica avanzada y disruptiva para la época cuando fueron concebidos los relatos, no registra historias desgraciadas. Puesto que dicha tecnología no es la causante de los males, estas tres obras literarias no caben dentro de los universalmente denominados como Cautionary Tales (relatos como advertencia) y por lo tanto deberían hoy propiciar los vanguardismos que tanto se clama bajo las denominaciones de innovación.
En este mismo contexto se nota en las obras comentadas que ellas poseen un componente de filosofía política y geopolítica donde la aeronáutica como conquista del aire y del espacio es un símil, metáfora o analogía de otras conquistas sociales. Es decir, los escritos de Egaña, Tallman y Millares pueden interpretarse como una invitación para dominar el espacio aéreo el cual una vez sometido, facilitará en un futuro a Chile como nación, alcanzar otras legítimas metas.
(1) J. Egaña, Ocios Filosóficos y Poéticos en la Quinta de las Delicias, Manuel Calero, Londres 1826
(2) B. Tallman, El Espejo del Mundo en el Año 1975, Santiago 1875
(3) Saint Paul, Desde Júpiter, Imprenta y Litografía del País, Santiago 1877
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