Cuando nos enfrentamos a desarrollos científicos aplaudimos sus beneficios, impacto y potencial, pero pocas veces nos detenemos a pensar que para llegar a este producto final, y el conocimiento que lo hace posible, se requirió previamente el trabajo de numerosos científicos que descubrieron o inventaron los elementos que nos condujeron a esta meta, transitando entre lo conocido y lo inesperado, generalmente sin logros prácticos inmediatos.
A esto último se le denomina ciencia básica, concepto que parece haber perdido relevancia para ceder espacio a la ciencia aplicada, en una sociedad que marcha a un ritmo acelerado, en busca de respuestas rápidas y concretas a los problemas que enfrenta en distintos ámbitos: medioambiente, energía, salud, cambio climático, etc.
Lo cierto es que esta es una falsa dicotomía, porque ambos conceptos están y "deben estar" estrechamente conectados, pues la ciencia es una sola. No se puede hacer ciencia aplicada sin considerar que para que ésta exista, debe asignarse el valor, recursos y estatus que la ciencia básica necesita como la raíz del árbol de conocimientos que en sus ramas desplegará las invenciones y desarrollos que brotarán del trabajo científico.
El desarrollo y las comunicaciones afortunadamente poco a poco han permeado esta conceptualización. Pero aún subsisten las miradas lineales. En nuestro país, por ejemplo, ha surgido en estos últimos años un fuerte debate entre los propios científicos. Algunos vieron en recientes estrategias un esfuerzo por favorecer la transferencia tecnológica. Otros, un intento de reducir la investigación a su dimensión económica. A mi parecer, una discusión sin sentido, pues -insisto- no se trata de una cosa u otra, sino de ambas en concordancia y sobre los cimientos imprescindibles del conocimiento.
Sin embargo, con el devenir de las discusiones y la colaboración fortuita de la pandemia, todas las miradas confluyen en el deseo de fomentar la ciencia en Chile, y para eso es imprescindible dotar a la academia y a los investigadores de mejores apoyos y mecanismos para que puedan desarrollar su labor en óptimas condiciones y aportar con lo que el país necesita.
Debemos fomentar la curiosidad en nuestros niños y jóvenes (y en la sociedad entera): la capacidad de asombrarse y reflexionar sobre los fenómenos de la vida diaria, que no es otra cosa que lo que llamamos ciencia básica. Y el conocimiento de que hay profesionales que dedican su vida satisfacer esta curiosidad humana. Una vez tomado ese camino, naturalmente se abrirán las restantes opciones, todas basadas en ese pilar fundamental, desde la ciencia aplicada hasta la transferencia tecnológica y (¿por qué no?) las potencialidades económicas. Será la propia sociedad la que emplazará a los científicos a buscar soluciones para sus problemas más urgentes cuando vea en ellos a un referente autorizado.
La Real Academia Española define ciencia como "el conjunto de conocimientos obtenido mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales". Esa es la base desde la cual avanza del conocimiento. La ciencia aplicada en cambio es, como su nombre lo indica, la aplicación de ese conocimiento científico básico a necesidades humanas y al desarrollo tecnológico. Es un producto de la ciencia que no aspira a generar nuevo conocimiento, sino a aplicar los principios de la ciencia para el desarrollo de nuevos productos, métodos o tecnologías concretas (medicamentos, herramientas, máquinas, estrategias, etcétera).
Debemos fomentar en nuestros jóvenes la curiosidad científica, madre de grandes invenciones e ideas. Y la capacidad de trabajar en equipo, puesto que si se desarrollan en este, como en prácticamente todos los campos laborales, formarán parte de grupos multidisciplinares. Las aplicaciones del conocimiento surgirán naturalmente en esos equipos de trabajo. Por el contrario, si sólo alentáramos la ciencia aplicada, nos quedaríamos sin ese ladrillo fundamental de toda transferencia tecnológica que es la curiosidad científica, la búsqueda del nuevo conocimiento humano.
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