El congreso del futuro en su versión 2019 es un maravilloso encuentro de conversación en Chile sobre los temas candentes del mundo contemporáneo. Las preguntas que cada uno de los paneles propone a los expertos para el debate son las preguntas correctas, poseen un alcance planetario y no deberían dejar a nadie indiferente.
Además, constituye un esfuerzo del Senado sin precedentes en la historia de Chile, cuyo despliegue no muestra demasiados hitos científicos.
¿Por qué tal evento se realiza (y en Chile)?
Creo que la respuesta obvia es porque la globalización y las TICs, de algún modo, impiden no participar de una conversación sobre el futuro, especialmente cuando se fragua velozmente un cambio tecnológico y cultural de una envergadura quizás tan grande como lo fue la 1era. Revolución Industrial y el nacimiento de la democracia moderna.
Ningún ciudadano, corporación o país puede darse el lujo de estar fuera de esta conversación. Los temas y los expositores son muy relevantes. Además, constituye una extraordinaria oportunidad para re-conocerse como habitantes del siglo XXI.
Sin embargo, ¿cuál podría ser el impacto y relevancia para nosotros? Eso no es tan obvio.
Somos protagonistas de este siglo de una cierta manera y de acuerdo a cierta magnitud, que no dista mucho de cualquier otro país en una situación de integración subordinada en el concierto internacional. Pero eso también es discutible, pues nuestra modalidad de conexión no es la de Corea del Sur o Bélgica, sino más parecida a la de Argentina o Venezuela.
Un ejemplo. He pensado en mis desplazamientos cotidianos en la ciudad. Mis experiencias como conductor al volante han ido desde el placer a finales de los ochenta hasta la exasperación y el miedo de hoy.
La razón de ello consiste en que el parque automotor supera las 5,5 millones de unidades y duplica la cantidad de hace una década atrás. Una verdadera adicción consumista. Desconozco si alguna ciudad del país ha modificado su infraestructura o regulaciones para que sea factible tal cantidad de automóviles. Y está el tema de la seguridad y las conductas.
Para ilustrar el punto, realicé una contabilidad trivial. Un semáforo y 100 autos. Desde una ventana constaté que 67 autos aceleraron cuando pasó de verde a amarillo y 62 pasaron con rojo de modo flagrante. Por último, he pensado en la IA (inteligencia artificial) y los automóviles autónomos. Necesitamos muchos de esos para reemplazar a los humanos al volante. Fue mi primera conclusión. Bastante en línea con el Congreso del Futuro y las TED talks.
Pero ¿por qué esos 62 imprudentes querrían comprar un vehículo autónomo? Probablemente, porque son adictos al consumismo. Pero ese consumidor, debido a su condición de inconsciencia y probable mala educación, no tiene un buen trabajo y por ende tampoco tiene dinero para comprar ese auto. Y si es un completo insensato, un matón del volante, probablemente nunca comprará un automóvil autónomo con IA, pues se acaba la diversión.
Eso me lleva a otro razonamiento. ¿Por qué no tenemos un sistema de transporte estatal eficiente? Seguramente, eso disminuiría la obsesión por tener auto. Pero muchos políticos y sus expertos (en defender ideologías) afirman que es muy caro, además de atentar contra el mercado y la libertad de elegir.
Bueno, entonces ¿por qué no mejorar el sistema público de transporte? Los empresarios dirán que no es rentable, el Estado dirá que no hay presupuesto para más subsidios y los ciudadanos tendrán que seguir la conducta que mejor se corresponda con su condición socio-económica: comprarán más autos o se resignarán a vivir un mal sistema de transporte público.
Entonces, se me aparece un problema. ¿Qué tipo de ciudades tendremos en 5 o 10 años más?
¿Cuántos accidentes, enfermedades mentales y costos tendrán que soportar los habitantes de las ciudades debido a la inexistencia de un sistema de transporte público de calidad?
Finalmente, si la situación es tan deficiente y genera una creciente cantidad de enfermedades y trastornos mentales, condiciones de invalidez y menoscabo físico por accidentes, ¿qué sistema de salud resistirá aquello, para no mencionar los costos para las empresas debido al ausentismo laboral y otros efectos colaterales?
Quizás la solución para el problema de la conducción no es importar vehículos equipados con IA para la conducción autónoma sino la generación de un sistema de transporte (estatal o público) eficiente (autónomo o no).
Pensar también es saber identificar la pertinencia de cómo se conectan las nuevas tecnologías con la sociedad local y concreta en la cual éstas actúan.
La ventaja de la ciencia es que permite transformar un hecho en un problema digno de ser pensado. Pero la gracia de quienes hacen ciencia es inocular en la imaginación de la opinión pública ese hecho como problema y hacer que la opinión pública tome consciencia del mismo y sus ramificaciones como tal, como un problema digno de ser solucionado.
Eso es cambiar la realidad y eso es construir una sociedad del siglo XXI y no una mala copia de una sociedad que funciona sin ninguna referencia al conocimiento disponible.
Podemos maravillarnos y entretenernos con la ciencia actual en el Congreso del Futuro 2019, pero también podemos pensar en las implicancias de todo lo que conversaremos en estos días.
Por eso pienso en mi experiencia vial. Tenemos cosas importantes que hacer aquí. Puede ser una buena idea dejar de pensar en Marte.
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