En medio de una pandemia planetaria, que hasta el momento no evidencia su momento de superación y que sólo en nuestro continente significa varios cientos de miles de fallecidos y una cifra multiplicada de contagios, el único territorio sin Covid 19 es la Antártica.
Hoy, cerca de 1500 personas permanecen refugiados en bases de diversos países en una cuarentena más libre que todo el resto del planeta, en las condiciones de enclaustramiento propias de ese crudo invierno.
El 23 de junio último la Base O'Higgins registraba ráfagas de viento históricas con velocidades de 279 Km/h. Entre febrero y marzo pasados, en febriles operaciones el INACH replegaba a sus científicos expedicionarios, mientras las bases y dependencias de las ramas de las FF.AA realizaban el anual relevamiento de sus contingentes.
La Antártica hasta el momento ha permanecido libre del Covid 19 como lo informaron los científicos Dr. Elje Poulin y la Dra. Elia Cabrol del Instituto de Ecología y Biodiversidad. En ello, han coincidido un conjunto de circunstancias para evitar la propagación del mortal virus, en medio de campañas científicas y temporadas de turismo.
Por un lado alertas tempranas en un territorio internacional donde priman criterios científicos y protocolos más estrictos de autocuidado. Seguramente, también alguna pizca de fortuna. Lo cierto, es que la Antártica con un estatuto jurídico único y cooperaciones entre países inexistentes en el resto del planeta, permanece como reserva de vida normal y posible en medio de la actual pandemia. Y no es poco.
En medio de esta condición de territorio de reserva de agua y ahora también de vida sana surgen novedades del pasado y la memoria de este sexto continente. El hallazgo de un huevo fosilizado y su identificación activa la memoria de ese pasado.
La noticia impacta porque refiere a un fósil que pertenecería a un reptil marino ha informado la Universidad de Chile en su sitio: “un mosasaurio, especie que vivió hace más de 66 Ma. millones de años) en la Península Antártica”. También, se ha dicho que es un huevo gigantesco, de casi 30 centímetros, con una masa estimada de 6,5 y que “tendría unos 29 centímetros en su eje mayor”, detalle que adiciona La Tercera.
La historia del hallazgo del huevo es más extensa, pero aquí solo unos breves pestañazos: fue encontrado en la isla Seymour, en la campaña del INACH del 2011, hubo cooperación de científicos de universidades chilenas y extranjeras. Y un extendido etcétera.
Y nos falta sólo un detalle relevante, debieron transcurrir nueve años para que el huevo fuera debidamente identificado con un avanzado instrumental de la Universidad de Texas.
Casualmente, en este tiempo participamos como estudiante junto a otras 100 personas en clases a distancia en el Diplomado de Asuntos Antárticos impartido por la Universidad de Magallanes (UMAG).
La noticia del hallazgo y datación de origen del huevo nos encuentra en charlas audiovisuales sobre el medio físico del continente blanco y además aprendiendo conceptos básicos de geología.
Y la noticia del hallazgo del huevo de Mosasaurio adquiere su pleno sentido después de la sesión sobre el tiempo geológico expuesto por el profesor Dr. Camilo Rada, científico de la UMAG y docente de esa unidad. Él ha explicado con una circunferencia de un año calendario la escala de los tiempos geológicos: formación de la Tierra 4,550 Ma.; animales 730 Ma.; dinosaurios 230 Ma. ; humanos 2 Ma. ; historia escrita 4.600 Ma. etc.
La verdad, es que entender los tiempos geológicos es un ejercicio de imaginación demasiado compleja como abstracción. Después de las clases en videos y las láminas expuestas asociamos una sola y nodal palabra, el cambio. El planeta en que habitamos está en constante cambio. Algunos absolutamente visibles y conocidos. Otros de conocimiento más acotado para áreas del saber y del estudio. El choque de placas. Los efectos de las corrientes marinas. Las temperaturas de los océanos. El cambio en los patrones del clima. El estrés hídrico.
Y un sinnúmero de temas evidencian que en el conjunto del planeta y también en la Antártica están ocurriendo groseros y forzados cambios del espacio físico y natural.
Los seres humanos con apenas 2 Ma, poco a poco hemos ido poniendo en crisis esta casa de 4,550 Ma. Pero, no se trata de las personas individualmente, sino de sistemas depredadores y formas de vida centradas en el antropocentrismo. El huevo ya descrito nos sitúa en esa escala de tiempos geológicos. Mientras, la Antártica aún como reserva de agua, fauna y territorios incontaminados de Covid 19 nos subraya la vulnerabilidad de la vida a escala planetaria.
Este momento también puede ser entendido como un duro aprendizaje en esta gran aula planetaria. Costoso en vidas y sin salidas a la vista. La especie humana es sacudida en su soberbia. Los sistemas proclamados como fin de la historia se remecen con la peste y las demandas en las calles. La autoridad y los liderazgos se resienten.
Hoy y al inicio de este Diplomado no tenemos idea con certeza donde y como estaremos al momento de su culminación en el cercano y a la vez impredecible octubre. La improbabilidad y el cambio son la tónica. Es un tiempo de liquidez. El huevo es sólo una evidencia para situarnos como especie que está al final del calendario en esa circunferencia de aula.
Quizás aún resta una esperanza, a 200 años de su “descubrimiento” la Antártica aún está ahí.
Para entonces, cuando superemos el Covid19, cuándo ocurra, será aún más apremiante reformular el cómo estamos habitando este planeta.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado