Estamos sin duda, en una época que sólo podíamos ver en las películas acerca del futuro. En los últimos veinte años, el intenso desarrollo de la tecnología ha ido moldeando no solo la forma en que interactuamos, sino también nuestra cultura.
Fue solo a principios del año 1992, que un equipo del centro computacional de la Universidad de Chile, el CEC, donde participaba Florencio Utreras, hoy parte del salón de la fama de Internet por la Internet Society, logró conectar a Chile con Estados Unidos a través una red de computadores. La primera vez que interactuamos con el resto del mundo de esta manera. Nuestra primera conexión a Internet.
No muchos años han pasado y hoy ya estamos hablando del manejo de grandes cantidades de datos o Big Data, como se conoce a esta tendencia, que nos permite llegar a conclusiones tan curiosas como posicionar juntos en los supermercados pañales y cervezas, por la alta correlación de compra en el segmento de los hombres.
Esta gran cantidad de información manejada en conjunto con la creciente capacidad de procesamiento con la que contamos hoy, abrió la posibilidad de avanzar en lo que llamamos Inteligencia Artificial , cerebros virtuales que pueden llegar a conclusiones tan precisas como la evidencia de millones de datos lo permita.
Y gracias a esto, la robótica se ha vuelto una realidad, máquinas capaces de ejecutar tareas basadas en sus propias decisiones y probablemente, de manera mucho más eficientes que nosotros. Y ahora, estas máquinas tienen la capacidad de conversar e interactuar entre ellas sin necesidad de nuestra intervención, realizando tareas bien coordinadas y perfectamente ejecutadas, el llamado Internet de las Cosas o IoT, por sus siglas en inglés. Esta es, la sociedad en la que vivimos.
Sin duda, estamos en un momento único y vibrante de nuestro desarrollo, que muchos han sugerido es la Cuarta Revolución Industrial. Y si es así, estas revoluciones traen grandes cambios consigo. ¿Entonces qué estamos haciendo como país para hacernos cargo de esta realidad?
Dado el inminente escenario del cambio de gobierno en Chile, es que tenemos una oportunidad única de discutir estos temas con un tono renovador, pero que no estamos aprovechando: fijar un objetivo, una estrategia, planes concretos de acción y definiciones claves, como por ejemplo, la institucionalidad del proyecto de ley acerca del ministerio de Ciencia y Tecnología, que sin duda podrían marcar la pauta del desarrollo de nuestro país.
Para que podamos hacer frente y aprovechar todos estos cambios, necesitamos invertir en una infraestructura acorde a la dirección que determinemos, la estrategia país. Y al operar esta infraestructura, surgirán necesariamente discusiones acerca de la privacidad y seguridad de nuestra información, temas de interoperabilidad y definición de estándares decantando necesariamente en una definición acerca de temas regulatorios, legales y de derecho. Estos son los temas que debemos debatir.
En pocos años la tecnología va a separar a las economías emergentes de las desarrolladas. Y pese a ser algo clave en el futuro de Chile, es poca la discusión que se ha visto en los candidatos presidenciales. Pero aún tenemos la oportunidad. Entendamos que la tecnología no es un fin en si mismo, es un medio, que con objetivos claros y bien planificados, nos puede ayudar a resolver problemas de gran relevancia para nuestra sociedad, como la salud, seguridad y educación.
Esa es su real importancia. Ese es el verdadero poder de la tecnología. No el avanzar por avanzar, sino en convertirse en un instrumento que apoye directamente el desarrollo sustentable.
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