A fines de marzo, una entrevista a Marcianeke dejó una curiosa cuña sobre una posible colaboración de él con The Beatles. Luego se viralizó un video de Lacerta Productor, haciendo realidad un "Marcianeke ft The Beatles". Hubo gente que lo odió, otros celebraron. No es el primero ni el último de estos experimentos. El año 2004, Danger Mouse mezcló el "Álbum Blanco" de The Beatles con el "Álbum Negro" del rapero Jay-Z, originando el "Álbum Gris". La tecnología nos ha brindado dúos virtuales de Nat King Cole con su hija Natalie Cole; de Celine Dion con Elvis Presley; y de Frank Sinatra con Alicia Keys. ¿Por qué no podríamos imaginar ideas aún más temerarias?
¿Falta de respeto? Podría ser, pero los mismos The Beatles, decenas de veces, hicieron combinaciones inimaginadas. Canciones de grupos femeninos interpretadas por "chicos", cuerdas clásicas o un sitar en un álbum de rock, y temas que emulaban la energía vocal de Little Richard, el ruido desatado de The Who o las armonías playeras de The Beach Boys. Se atrevieron a combinar influencias, buscando novedad en la mezcla improbable de sonidos, estilos y talentos.
También la ciencia, y la física, en particular, han avanzado aprovechando la riqueza y frescura de, paradójicamente, cruces novedosos entre tópicos que no parecían relacionados.
Por milenios, desde que se descubrieron materiales que atraían a otros, al frotarlos, y piedras que atraían metales, la electricidad y el magnetismo fueron estudiados por separado. Hasta que, a fines del siglo XIX, James Clerk Maxwell los unió en una sola idea, el electromagnetismo, uno de los grandes triunfos unificadores de la física.
Las ondas mecánicas, como el sonido, se conocían por siglos. ¿Acaso no podría haber ondas también en estos nuevos campos electromagnéticos? Maxwell mostró, usando ideas similares a las que usó Newton dos siglos antes para el sonido, que las ondas electromagnéticas sí existen y que su velocidad es igual a la de la luz. La revelación de que la luz es una onda electromagnética permitió unificar todos los fenómenos eléctricos, magnéticos y ópticos. Una idea que sería fundamental para el rumbo que tomó la física en el siglo XX.
Max Planck introdujo otra revolución, la mecánica cuántica, al proponer en 1900 que la energía era emitida no continuamente, sino en paquetes llamados "cuantos". Einstein, atento a lo que sucedía a su alrededor, reflexionó: ¿y no podríamos usar la misma idea, pero "al revés", para explicar la absorción de energía? Otra enorme idea que lo llevaría a explicar el efecto fotoeléctrico en 1905, recibir un merecido Premio Nobel y sentar las bases para tecnologías como las que impiden que se cierren las puertas de los ascensores cuando las cruzamos, o las que permiten almacenar energía con paneles solares.
Y a propósito de tecnologías y premios, el Nobel 2016 fue otorgado a tres científicos por sus estudios de algunos materiales, basados en combinar los tradicionales modelos físicos de materia condensada con un área de las matemáticas que tiene su propia venerable historia desde que fuese creada, en 1736: la topología. Coincidentemente, conceptos tales como materiales, aislantes o transiciones topológicas, son parte de un área de investigación fascinante y extraordinariamente activa.
Muchos otros avances fundamentales en la física han resultado del cruce entre ideas aparentemente inconexas. La revolucionaria teoría de la relatividad especial, de Einstein, cruzó las transformaciones entre sistemas de referencia de Galileo con las necesidades de la nueva teoría electromagnética de Maxwell. A su vez, el matemático Hermann Minkowski notó que la nueva teoría de Einstein podía formularse en un lenguaje completamente geométrico, acuñando de paso el concepto crucial de "espaciotiempo". Luego, Einstein mismo usaría las ideas de Minkowski para extender su teoría a sistemas acelerados, resultando así la teoría de la relatividad general de Einstein, la que combina geometría y gravitación. Un desafío mayor, técnicamente hablando, y que requirió otra fusión, la de la mecánica de cuerpos acelerados con la geometría de espacios curvos, desarrollada por Riemann desde mediados del siglo XIX.
Y hablando de relatividad general, una de sus predicciones más espectaculares fue unos extraños objetos llamados agujeros negros. En 1972, Jacob Bekenstein propuso otra de estas ideas renovadoras basadas en la combinación de tópicos bien conocidos: ¿los agujeros negros tienen temperatura? ¿O entropía? ¿Se puede unir termodinámica y relatividad general? La respuesta fue un rotundo sí, que abrió la puerta a resultados antes inimaginables, como que los agujeros negros pueden emitir radiación (la radiación de Hawking) y "evaporarse".
No siempre la creatividad significa el nacimiento de una idea completamente nueva, sin antecedentes. De hecho, probablemente eso sucede la menor cantidad de veces. Por el contrario, volver a ideas antiguas y mirarlas con otros ojos, revolver conceptos aparentemente inconexos, tender puentes entre áreas de trabajo o disciplinas completas, ha sido clave, numerosas veces, para el progreso científico. La física y la vida están llena de esos ejemplos. Imanes, relámpagos y lupas. Espacio-tiempo y curvatura. Conductores eléctricos y topología. Choripanes y leche con plátano en el Kiosko Roca. Marcianeke y The Beatles. ¿Por qué no?
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