Si usted es de aquellas personas que come en restaurantes con frecuencia y recientemente tuvo una experiencia con un mozo que en vez de anotar su pedido en una libreta, lo ingresó en un tablet, ¿qué quiere decir ese cambio en la atención? O, por ejemplo, si hoy puede ahorrarse un viaje al banco, a la Isapre o hacer cualquier trámite vía web, ¿Significa que esas empresas se transformaron digitalmente?
Podemos decir, sin temor a sonar contradictorios, que la respuesta es sí y no. Sí, en tanto son sólo algunos ejemplos de procesos adaptados al mundo digital, que ahorran costos y mejoran la calidad del servicio, lo que genera mayor satisfacción y lealtad de sus clientes.
Por otro lado, la respuesta es no, pues el concepto de transformación digital va mucho más allá que el simple uso de un dispositivo. Al igual que esos números con tantos ceros difíciles de dimensionar, la transformación digital es un concepto con impactos tan profundos que cuesta imaginarlos en una primera lectura.
Imagine que ese restaurant, cuyo menú hoy está en tablets, genera una base de datos de los platos más demandados, los días y horarios de mayor y menor afluencia, los ticket promedio por cada garzón y un sinfín de datos más. Y cuando esa información se traduce en inteligencia de negocios, se abre un abanico infinito de posibilidades. Toda la cadena de valor se puede adaptar y optimizar para evitar pérdidas, diseñar ofertas y promociones en los períodos bajos, personalizar el marketing, evaluar el desempeño de sus empleados, etc.
Para las empresas, la transformación digital es una oportunidad inmensa. De acuerdo a un informe reciente de McKinsey & Company, las industrias, en promedio, están digitalizadas en menos de un 40%, a pesar de la penetración de los avances en distintas verticales, como medios de comunicación, el retail y las empresas de tecnología. Es decir, queda un 60% de empresas con oportunidades para seguir trabajando e innovando, no sólo en términos tecnológicos, sino que también humanos.
El sector público también ofrece un sinnúmero de oportunidades. Sólo imagine por un momento cuánto podrían mejorar las políticas de salud si las fichas de los pacientes estuvieran completamente digitalizadas y toda esa información se pudiera analizar y traducir en mejores decisiones y políticas. Ahora piense lo que se podría conseguir en educación, transportes, vivienda, por nombrar algunas.
A nivel país, de acuerdo a cifras entregadas por Fundación País Digital, del PIB total de Chile, sólo un 3,4% corresponde a Economía Digital, un número bajo respecto del 6% en promedio que registran los países OCDE.
El potencial de crecimiento es enorme, ya que la transformación digital nos habla no sólo de un nuevo mundo, sino de la oportunidad que representa la administración de esa información canalizada a través de medios tecnológicos. Asimismo, lo útil que puede ser para hacer aún más eficientes diferentes procesos o ahorrar en recursos que antes, por ser “análogos” demandaban grandes inversiones de tiempo y dinero.
Las posibilidades que se abren para esos mismos organismos públicos y empresas privadas para construir una nueva y fortalecida relación con sus clientes, en donde puedan anticiparse a sus necesidades y ofrecer los productos y servicios que respondan de manera precisa a lo que ellos requieren, es invaluable.
Entonces, el llamado es claro: hoy, más que nunca, la información es poder. Y la transformación digital es un desafío que no podemos postergar.
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