Nunca en la historia un fenómeno específico había tenido un volumen y una velocidad tan alta de transferencia de datos entre países como ha ocurrido con la información sobre el avance del Covid-19 en el mundo, logrando algo inédito incluso para las bolsas de acciones que llevan décadas en esto y con un incentivo más efectivo.
Con toda esa data transitando y centralizando, volcamos nuestra mirada a las ciencias de datos y el machine learning con la cara iluminada, “este es su momento”. Pero la decepción le ganó a la esperanza y nos dimos cuenta de lo obvio, cualquier ciencia necesita insumos, recursos, coordinación y lo más difícil, tiempo.
En esta contingencia, la Inteligencia Artificial ha intentado funciones que han ido desde la alerta temprana y predicción de posibles brotes, la trazabilidad, la realización de diagnósticos, el manejo de datos y finalmente el control social para evitar contagios.
Países como China y Corea del Sur, han utilizado al máximo herramientas tecnológicas para intentar controlar la pandemia y, aún con insumos que pisotean la privacidad y libertad civil, continúan teniendo casos positivos de Covid-19. Pero no renunciemos, intentemos hacerlo bien, aún nos puede sorprender.
En Chile, las autoridades sanitarias están evaluando la posibilidad de realizar un monitoreo anónimo de teléfonos celulares para asegurar las medidas de confinamiento. Pero para ello deben recopilar, almacenar y cotejar información personal y sensible del ciudadano. Yo sé, “El gran hermano”, (estimado lector, puedo ver su cara de desaprobación desde mi confinamiento), paciencia, para allá va esta columna.
Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicó un documento en el que señalan que, para cumplir con la promesa de la Inteligencia Artificial como un arma contra el Covid-19, los gobiernos deben asegurarse de respetar los derechos humanos, la privacidad y la transparencia, apelando a la responsabilidad de los actores involucrados en su desarrollo y uso.
Sin embargo, contraponer privacidad con ciencia de datos es una dicotomía innecesaria y artificial. Por ejemplo, es perfectamente factible (y tecnológicamente sencillo) utilizar información selectiva de los dispositivos móviles sin violar la privacidad de las personas, eludiendo datos personales o vinculantes.
Tener un protocolo transparente por el cual los contagiados confirmados transfieran su registro, almacenado nativamente, de forma voluntaria, con solo aquellos datos relevantes no es algo de otro mundo y las personas estarían mucho mejor dispuestas.
Al final, tener una porción mínima de datos invasivos es inútil comparado a un mar de datos simples y precisos, pero de un amplio espectro de la población. El asunto no está en la vigilancia, si no en las herramientas de cooperación adecuadas.
Finalmente, intentar rastrear a las personas a través de sus dispositivos móviles involuntariamente, es una acción para la cual el GPS de los teléfonos no fue creado, burlar el control sería tan simple como salir de la casa sin éste o apagar el periférico.
Seamos más inteligentes que ambiciosos en el diseño, datos simples pero ordenados, cooperación por sobre la vigilancia y podremos dar los insumos para que las herramientas de ciencia de datos y la Inteligencia Artificial nos ayuden a controlar y predecir los próximos pasos de esta agotadora pandemia.
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