Para las empresas, el desafío de comenzar un proceso de transformación digital puede resultar muchas veces abrumador, especialmente si se plantea como una gran cruzada en la que será necesario implementar importantes cambios estructurales y modificar la forma de funcionar de toda la compañía. Sin embargo, todo esto no tiene por qué ser así.
La digitalización de procesos ha adquirido un repentino protagonismo dentro de las prioridades de los ejecutivos, particularmente ahora con la pandemia de Covid-19 de por medio, pero el avance ha sido lento. Según el Índice de Madurez Digital de las empresas en Chile 2020, del Comité de Innovación y Tecnología de la Cámara Oficial Española de Comercio en Chile y The Valley Chile, sólo un 4% de las empresas alcanza un mayor nivel de madurez digital, mientras un 69% está en el nivel más bajo.
Pero ¿qué deberíamos entender por “transformación digital”? Primero, hay que dejar de lado la noción de que es una herramienta para parchar problemas o arreglar lo que no anda bien y, segundo, dejar de asociarla a esa idea de una nueva gerencia creada sólo para proponer e implementar tecnologías. La transformación digital, tiene que ser un proceso que más que cambiar la empresa, provenga de un cambio de pensamiento de los tomadores de decisiones de la organización.
Según el estudio “Transformación Digital en Empresas Chilenas” realizado por el Centro de Innovación UC y Corfo, un 80% de las empresas encuestadas piensa que el impacto de la transformación digital será alto, y más de un 70% declara tener una estrategia formal en ese sentido. El estudio concluye que estas estrategias no implican necesariamente un cambio estructural, y que eso sería clave para obtener buenos resultados. Una apreciación con la que debo discrepar.
Ésta es la clásica respuesta de las empresas chilenas una nueva gerencia, que genere informes y conclusiones que luego caerán sobre los escritorios de otros gerentes (usualmente hombres, y eso es relevante) con todo el peso de su cargo, sueldo y currículum académico. El siguiente paso es poner KPI’s o indicadores de digitalización, que servirán para medirse entre si. Eso, a mi juicio, es no entender la cultura digital.
La forma digital de hacer las cosas va mejor acompañada de una mentalidad diferente, basada en comprender “la misión” y hacerla propia, en tener claros los hitos, los objetivos. Una mentalidad que entiende su propia odisea.
Ahí, lo digital no es un objetivo, es un medio casi obligatorio para hacer la pega
¿Es más barato hacerlo digital? ¿Es factible? ¿Es más potente?
Entonces estudia, baja libros, podcasts, haz cursos y asesórate. Para eso eres un profesional. No necesitas un niñero ingeniero con pos grado en innovación para venir a obligarte a hacer tus tareas digitales.
El gerente que no está transformando, no está haciendo bien su trabajo. Las divisiones específicamente creadas para implementar la transformación digital son un gran aporte (de hecho, hacen mi trabajo agradable y me caen bien), pero sería mucho mejor que no fueran necesarias, que el resto de los ejecutivos no precisara de esta figura de acompañamiento que los guíe en el camino a la digitalización.
Debería ser natural que cualquier profesional que quiera hacer bien su trabajo busque alternativas para mejorarlo, y la transformación digital no es más que eso. Una mejor alternativa para que tú hagas bien tu trabajo.
La digitalización no debe ser difícil, tampoco una gran cruzada. Debe ser la suma de cambios y mejoras en beneficio de la empresa y sus colaboradores, y de pasada un planeta y una sociedad que lo necesita urgente.
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