Me alegró su nominación, disfruto vicariamente el Oscar de Osorio y todo el equipo de hombres y mujeres creadoras que hay tras el premio. Pero más que todo me conmueve profundamente como un grupo de jóvenes chilenos/as, en un bello corto animado son capaces de condensar, como en una lagrima suave y desgarradora - la vez- tanta historia, relaciones y protagonistas.
Sin duda nos interpela a TOD@S:transgeneracionalmente y en el momento, ahora. A quienes fueron sorprendidos, apaleados, encarcelados, torturados, separados, desaparecidos, exiliados. A quienes montaron el circo, lo administraron, vendieron boletos, salieron de gira y le dieron prensa. A todas las familias, a los abuelos y abuelas, a las madres y padres a l@sniñ@s.
He visitado varias veces desde anoche el filme…en pantalla pequeña por el momento, y cada vez descubro más detalles, más riqueza, más complejidad. Desde la aparente simpleza de una historia de pocas palabras, música suave, miradas, encuentros y desencuentros, recuerdos, afiches, grafitis, el Chile de barrio y los barrios del mundo y también el rol del tiempo, de los relojes, de las horas…
Felicitaciones a Gabriel Osorio y equipo. La estatuilla y el reconocimiento son de ell@s.La necesidad de mirar, compartir y elaborar nuestra historia traumática personal y colectiva es de todos y pareciera que, consciente o inconscientemente, uno de los mensajes que transmite magistralmente el pequeño gigante ganador del Oscar, es que los pequeños pueden ser más receptivos al campanilleo del dolor, de la creatividad y del juego, que las personas adultas, a quienes quizás nos resulta más doloroso de-volvernos a mirar dentro, en esa “cajita” de madera, cartón y latas del tiempo del horror, que seguimos transportando y cargando.
Junto con alegrarme, entusiasmarme con su nominación, regocijarme por sus creadores y disfrutar vicariamente de este triunfo, me comprometo con dos desafíos.
Facilitar que todas las personas, grandes y pequeñas, con quienes me relaciono puedan ver y apreciar el corto“Historia de un Oso”, de Gabriel Osorio.
Propiciar espacios de encuentro para que, al calor emocional de Historia de un Oso, podamos conversar de lo que nos pasó y sigue pasando a cada quien con la historia traumática y las múltiples huellas, surcos, amputaciones y cicatrices que dejó y sigue dejando en nuestras vidas y en el país. Mucho por hacer aún por ese Oso y cada osita u osito que todos llevamos dentro.
Ojalá en nuestras escuelas, colegios y universidades este marzo 2016 se abran al menos diez minutos de actividad no convencional para compartir la historia y aprender significativamente. Por mas momentos de encuentro, por más momentos verdaderos en nuestras vidas: depende de nosotros.
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