Carta a Felipe Camiroaga
Querido Felipe:
Apenas nos conocíamos y ya me diste una mano cuando menos lo imaginé.
Yo era directora de prensa de TVN, recién llegada, y tú, el joven maravilla del cual todos hablaban, el chico del rating, el buenmozo por quien suspiraban las bellezas de la pantalla chica. Pero en verdad, detrás de las luces, se escondía un hombre serio, correcto, que operaba de acuerdo a sus principios y no al éxito, que esperaba antes de opinar y lo hacía una vez seguro de no dañar a nadie.
Felipe era una persona capaz de reconocer la experiencia, de elevar una conversación, de hacer ver otros puntos de vista.Me sorprendió gratamente durante una convención interna del canal, mezclados periodistas, productores, jefaturas y reporteros. Era una suerte de discusión en grupos con el fin de convertirnos en mejores profesionales y mejores personas. Si éramos capaces.
Tu participación, tus palabras frente a una que otra descalificación de ésas que nunca faltan, lograron poner el foco en la búsqueda desinteresada de intereses comunes, para aprender a avanzar, para crecer.
Me animé a contar mi experiencia. Señalé que había liderazgos positivos y negativos, de éxitos y de fracasos.De la importancia del trabajo en equipo, de cómo provocar el cambio adaptativo que se requiere dentro de los equipos para avanzar y mejorar el desempeño, sobre todo, si éramos comunicadores.
Se me vino medio mundo encima, que yo venía de la prensa escrita, que no sabía nada de televisión, que se trataba de otra historia. ¿Qué tenía que ver una cosa con la otra?
De una esquina por allá lejos se puso de pie Felipe Camiroaga, quien no sólo apoyó mis palabras sino que pidió continuar con la misma línea de conversación.Me abrió la puerta, me hizo sentirme en casa, se lo agradezco hasta el día de hoy.
Y eso no fue todo.
Cuando años más tarde dejé TVN, llegó a mi oficina, en esos momentos difíciles cuando uno recoge las cosas del escritorio para meterlas en unas cajas desordenadas, un enorme ramo de flores color lavanda, con su tarjeta personal.
Donde estés, Felipe, tu generosidad y señorío te podrán en un lugar especial.
Acá abajo hay una velita más junto a las miles encendidas por quiénes te están echando tanto de menos.
Es de color lavanda. Bella como tú.
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