Piñera y La Reina

En la comuna de La Reina se han llevado a cabo dos multitudinarias Asambleas Ciudadanas convocadas por la Coordinadora Vecinal La Reina, para tratar el tema de la eventual expropiación de alrededor de 600 viviendas, en las que viven principalmente adultos mayores. El propósito de estas expropiaciones es construir la Autopista Vespucio Oriente usando las calles Paula Jara Quemada-Güemes, y Javiera Carrera-Jesús.

En ambas asambleas los vecinos se pronunciaron por unanimidad en contra de dicha alternativa, y han decidido movilizarse para lograr que la autopista, si se construye, sea en túnel minero

Las Asambleas culminaron en manifestaciones de vecinos que rechazamos las expropiaciones, exigimos que cualquier alternativa sea previamente informada de manera adecuada a los afectados, y exigimos que antes de tomar decisión alguna, seamos consultados mediante un plebiscito de carácter vinculante.

La autoridad nacional y local, rápidamente salió a la prensa a aclarar que “no había ninguna determinación tomada” y, según palabras del ministro Golborne, la alternativa constructiva se iba a definir después de las Municipales, con “consulta previa” a la comunidad. Se instó a la ciudadanía a estar “tranquila y confiada”.

Los ciudadanos ya nos aburrimos de comulgar con ruedas de carreta, muchas ofertas incumplidas, promesas de campañas y letras chicas, nos han enseñado a confiar más en nuestras propias fuerzas, competencias y capacidades que en las ofertas de la autoridad de turno. En el caso de la famosa autopista Vespucio Oriente, cuatro distintos ministros de OOPP han desfilado con informaciones y propuestas, cambiando de opinión como quien cambia de camisa.

Por lo anterior, los vecinos concluyeron que, al menos mientras Piñera sea Presidente, sólo su compromiso por escrito de que no serán expropiadas las 600 viviendas y que la autopista se construirá en túnel minero nos dará tranquilidad.Mientras se espere el compromiso presidencial, los vecinos de La Reina acordamos reunirnos todos los sábados a las 11 hrs en Plaza Egaña a protestar.

Naturalmente la promesa escrita no puede ser sinónimo de inmovilismo, ya que los vecinos hemos tomado clara conciencia de que sólo nuestra unidad, organización y acción conjunta puede ser garantía de respeto de nuestros legítimos derechos.

Los movimientos ciudadanos llegamos para quedarnos, respondemos a una sentida necesidad de la gente de ser escuchados, de ser tomados en cuenta, de disponer de espacios donde no seamos abusados, donde poder plantear nuestras demandas y organizarnos para que la “autoridad” nos atienda. Esto adquiere validez y realidad en la medida en que asumamos que no existe el destino y que el mañana lo construimos desde hoy, teniendo presente el pasado, cada uno de nosotros.

Sin embargo, no es suficiente sólo tomar conciencia de que somos nosotros los dueños de nuestras vidas (por más hipotecados que estemos con el sector financiero y comercial), sino que es imprescindible que nos manifestemos también y principalmente a través de las organizaciones sociales.

El empoderamiento real sólo puede lograrse en la medida en que nos reconozcamos en el que está al lado, adelante y atrás y construyamos sujetos sociales conscientes, críticos, y proactivos en todos y cada uno de los ámbitos a los que pertenecemos: los barrios, las empresas, los lugares de estudio, el campo, las minas, los bosques, la pesca, en fin, en todos los espacios donde se desarrolle el ser humano.

¿Por qué son importantes estas reflexiones?, porque con la institucionalidad que instaló la dictadura, mantuvo la Concertación y la Alianza pretende eternizar, se intentó congelar los movimientos sociales.

Claro,después de aniquilar físicamente a una gran cantidad de líderes sociales, se atomizó el movimiento sindical por la vía de fomentar el paralelismo; se desperfilaron los colegios profesionales; se redujo a sitios para tomar té a las Juntas de Vecinos y Centros de Madres y la toma de decisiones políticas se circunscribió a no más de 1.000 personas en el país: los dueños y gerentes de las mega empresas; los ministros de estado; los parlamentarios; los dirigentes de los partidos gobernantes; unos pocos lobistas; embajadores de países intervencionistas y por supuesto, algunos sujetos corchos y bisagra.

Sin embargo, la ciudadanía ha empezado a despertar, Magallanes, el movimiento estudiantil, los trabajadores del subcontrato, Aysén, los trabajadores de la Salud, Freirina, los movimientos medioambientalistas, Calama, la diversidad sexual, Rengo, los movimientos indigenistas, los pobladores sin casa, los microempresarios, los movimientos por la reconstrucción justa, los movimientos patrimoniales, en fin, una multiplicidad de expresiones de diversos intereses que tienen en común principalmente dos grandes reivindicaciones, la inclusión social (la petición de no ser excluido de los “beneficios” del “desarrollo”, ni de la toma de decisiones), y justicia social, particularmente una mejor distribución del ingreso, educación gratuita de calidad, salud pública gratuita de calidad y viviendas sociales dignas.

En la medida que estas múltiples expresiones de la ciudadanía se articulen, construyan sus redes, conversen con el mundo político y lo comprometan con sus demandas, irán adquiriendo fuerza y mayor visibilidad.

En este proceso, sus principales intereses deben ir formando parte de la agenda pública, si no es así, la gente exigirá, usando todos los medios que estén a su alcance, que se les tome en cuenta.

La alternativa represiva debe ser descartada, pues ella sólo puede producir un nivel de confrontación mayor, de cuyos resultados, el gobierno debe responsabilizarse.

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