El espacio público ha vuelto a transformarse en un escenario clave en la búsqueda de soluciones para abordar las tasas de inseguridad y delincuencia en Chile. A modo de ejemplo, el Gobierno ha estado trabajando durante las últimas semanas en iniciativas vinculadas a la recuperación de espacios públicos, dentro de un plan para aumentar la seguridad en diversas comunas del país. Desde diversos actores de la sociedad civil, la academia, el sector público y privado, el diagnóstico es claro: la forma en que construimos nuestras ciudades y barrios es un factor determinante para la cohesión social y la calidad de vida de las personas.
En el marco de estas acciones, es relevante reflexionar acerca del concepto de seguridad ciudadana en su naturaleza de bien público defendido por organismos como el PNUD. Este concepto releva la multicausalidad de fenómenos como la violencia, apuntando a la necesidad de un abordaje integral. En este sentido, las iniciativas que busquen aumentar la seguridad de nuestras ciudades, deben trascender los ámbitos del control y la sanción, y abordar también políticas vinculadas a la gestión urbana o el fomento de la cohesión social, entre otras.
Para mirar a gran escala, podemos comenzar observando los procesos que se generan en los barrios con una intervención social y física de sus áreas verdes. Sitios eriazos, oscuros, muchas veces llenos de escombros o basura, pueden pasar de ser focos de delincuencia a transformarse en puntos de encuentro y apropiación de sus comunidades. Según un estudio del centro de investigación J-PAL acerca de los resultados de proyectos de recuperación de plazas de Fundación Mi Parque, estas intervenciones disminuyeron alrededor de 10% la percepción vecinal de la frecuencia con la que ocurren delitos en las plazas intervenidas (peleas y balazos, robos y asaltos, vandalismo y consumo de alcohol y drogas).
Además, el uso de las plazas renovadas aumentó en 55% por parte de niños y niñas menores de 12 años. Pero el camino en ningún caso es automático: la creación de sentido de comunidad y el fortalecimiento del tejido social requiere diseñar y construir espacios públicos pertinentes, abiertos, seguros e inclusivos.
En primer lugar, para asegurar la pertinencia de los espacios públicos, las personas que los habitan deben ser protagonistas del diseño y la construcción -o remodelación- de estos proyectos, a través de procesos participativos vinculantes que pongan en valor el conocimiento experto de las comunidades e incorporando las necesidades, deseos y la identidad de cada barrio.
En segundo lugar, las diferentes intervenciones en espacios públicos deben partir de la premisa del uso común y accesible de estos, entendiendo que todas y todos debemos poder disfrutarlos. Bajo esta lógica, se deben diseñar espacios abiertos, que aporten sensación de seguridad y que creen oportunidades de encuentro diverso. Algunas técnicas concretas para hacerlo son evitar cierres opacos y puntos ciegos, lograr espacios conectados visual y físicamente, e incorporar una iluminación adecuada. Destacar los importantes aportes que el enfoque de género ha realizado a este debate, incidiendo por ejemplo en la importancia de considerar todos los elementos naturales y arquitectónicos que puedan interferir en la amplitud y la profundidad de la visión en los espacios públicos.
En tercer lugar, es esencial apoyar la organización comunitaria y la generación de actividades autogestionadas, con el objetivo de fomentar la apropiación y el uso diverso e inclusivo de los espacios públicos, aspectos que potencian la sensación de seguridad. En este sentido, las diferentes autoridades y fundaciones deben ponerse a disposición de las comunidades, permitiendo que los liderazgos permanezcan en el barrio y adoptando un rol de apoyo que potencie dirigencias y organizaciones basadas en valores democráticos.
El camino hacia una sociedad más segura nos obliga a generar planes de acción integrales que aborden las múltiples causas de la violencia y la inseguridad, en los cuales se consideren acciones a corto, mediano y largo plazo. Diseñar, construir y activar espacios públicos pertinentes, abiertos, seguros y usados de forma inclusiva es una pieza fundamental para avanzar hacia barrios cohesionados que construyan seguridad ciudadana y comunitaria.
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