En el marco de su primera Cuenta Pública, el Presidente Gabriel Boric instó a "enfrentar de modo integral las causas que nos han llevado a habitar distintos Chiles". Ante este desafío, la intervención del espacio público es esencial por tres motivos: su gran y explícito efecto sobre la desigualdad, la transversalidad de ámbitos que pueden mejorar con políticas de inversión en éste, y las oportunidades que ofrece el propio proceso para abordar el desafío. Mejorar el espacio público no es solamente una política de medio ambiente o de seguridad: es una política de ciudad.
El espacio público permea la cotidianidad de quienes habitamos las ciudades. Tomamos transporte, conversamos con el vecino o vecina, caminamos hasta la tienda, jugamos con nuestras hijas e hijos en la plaza o paseamos a nuestra mascota. La calle es el espacio de acceso libre por excelencia, pero aun cuando existe la conciencia de que en la calle todos y todas somos iguales -tal como menciona el geógrafo urbanista Jordi Borja-, una misma acción implica experiencias muy diferentes según la comuna que habitemos.
En este sentido, la mejora de las áreas verdes es una palanca estratégica para abordar múltiples exclusiones que se viven en comunas con altos niveles de vulneración de derechos. Por ejemplo, en Cerro Navia, comuna con una superficie de área verde de 6m2 por habitante, muy por debajo del estándar de 10m2, se ha anunciado recientemente la futura ejecución del Proyecto de Mejoramiento Integral Participativo del Parque Cerro Navia.
Esta iniciativa es una política multisectorial: medioambiental, dado que busca disminuir las islas de calor y favorecer la biodiversidad; de salud, al considerar la instalación de máquinas de ejercicio; de inclusión, al incorporar senderos sensoriales; así como de infancia, al asegurar espacios saludables y entretenidos con juegos infantiles.
Otro ejemplo muy ilustrador, inaugurado recientemente en la misma comuna, es el Paseo de la Energía Vecinal, diseñado en conjunto con las vecinas y vecinos del sector, de la mano de una alianza público privada entre la Municipalidad y Transelec, y ejecutado por la Fundación Mi Parque. El proyecto aborda cuatro variables consideradas prioritarias: la integración, la seguridad, la apropiación y los usos del espacio (deportivos, de recreación, de descanso y de tránsito peatonal). Para ello, se crearon zonas para hacer ejercicio físico y otras para el juego de niñas y niños, se incorporaron bancas, se instalaron luminarias y vegetación de escaso consumo hídrico y baja altura para la seguridad, se pintaron murales de forma participativa, entre otras medidas.
Es importante añadir que estas políticas no son sólo beneficiosas en su resultado, sino que el camino para lograrlo también es una gran oportunidad en sí mismo. Los procesos participativos para diseñar áreas verdes fomentan la generación de lazos y redes comunitarias, el acercamiento de posiciones y la empatía hacia las diversas personas que usarán el espacio. En el fondo, diseñar conjuntamente estos espacios es un ejercicio de ciudadanía que nos obliga a pensar lugares en los que convivan colectivos diversos. A su vez, fomenta el cuidado y mantención de estos, generando corresponsabilidad y una apropiación basada en la significancia y pertinencia.
Generar procesos que permitan a todas las personas que habitan la ciudad participar de forma vinculante en el diseño de sus espacios de encuentro, es una tremenda estrategia para abordar las desigualdades territoriales de Chile. De esta forma, podemos aportar de modo integral y, por ende, desde múltiples enfoques, a materializar el derecho a la ciudad y a la vida digna.
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