En la vida social es imposible que el conjunto de sus protagonistas piense igual, sobretodo en la acción política las diferentes visiones de la realidad son inevitables, por eso, la unidad en la diversidad es un principio esencial en el proceso democrático, sea en el curso de la lucha en contra de una dictadura, también para estabilizar el Estado de Derecho luego de un largo tiempo sin democracia, así como para resguardar los derechos y libertades ante una arremetida ultraconservadora.
Esas tres situaciones se han dado en Chile en los últimos 50 años. Así, en la brega para derrotar a Pinochet se generó un amplísimo entendimiento de los demócratas chilenos cuyo punto culminante fue la convocatoria a respaldar la opción No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, que impidió la perpetuación del dictador y dio inicio al largo proceso de reinstalación del régimen democrático.
Después de 1989, hubo sectores políticos de derecha adictos a usufructuar del poder sin importarles la violación de los derechos humanos por el régimen militar, respaldados por grupos castrenses fieles a Pinochet, implementaron un bloqueo institucional a la transición democrática, propiciando una regresión autoritaria que repusiera al ex dictador. Eran exaltados peligrosos, sobretodo hasta 1998, con el exdictador de comandante en jefe del Ejército, pero fueron aislados y no tuvieron espacio para generar una opción golpista.
Ante ello, se dio continuidad a la unidad de acción en la Concertación por la Democracia, a lo largo de cuatro gobiernos sucesivos que fueron capaces de asegurar la gobernabilidad democrática y el crecimiento económico necesario para mejorar las condiciones de vida de la población. La unidad duró no solo por la presencia rimbombante del decadente fascismo pinochetista sino porque había una mirada de futuro: una democracia robusta con justicia social. Esa fortaleza decayó porque muchos se debilitaron en lo esencial, las convicciones, ante el auge del ABC neoliberal se conformaron con el resplandor de las cámaras y el buen pasar de altos ingresos.
Hubo políticas públicas importantes, como la Jornada Escolar Completa o el AUGE, la pensión básica solidaria, como también la aprobación del aborto en tres causales, además, se estabilizaron las finanzas públicas; sin embargo, la derecha mediática supo manipular el compromiso con la gobernabilidad democrática de Chile, que fuera firmemente asumido por la entonces alianza de gobierno, la Concertación, reduciendo la tarea simplemente a limitarse a administrar el crecimiento lo que generó una desigualdad galopante. Es lo que no debe volver a ocurrir.
En la actualidad, ante la arremetida de la ultraderecha más agresiva y ramplona que, lamentablemente, ha pasado a encabezar al conjunto de los sectores conservadores del país, surge de nuevo, un amplio acuerdo de izquierda y centroizquierda, liderado por la candidatura de Jeannette Jara, para evitar que pueda entronizarse un régimen civil de carácter autoritario. Por eso, escindirse del tronco principal es totalmente inconducente.
La singularidad de la actual situación chilena hace muy difícil de entender que haya figuras democráticas que caigan en la descalificación política e incluso en una suerte de satanización de las resoluciones institucionales de sus propios partidos, llegando a la manida acusación de "traición" por decisiones que no comparten, pero que fueron adoptadas en el marco democrático y estatutario de sus respectivas organizaciones.
La unidad en la diversidad es primordial, desde la DC hasta el PC, incluyendo al PS, PPD, FA, PR, PL, y sectores políticos y sociales que abracen esta convicción como lo principal, se trata de un entendimiento sin precedentes en la historia política de Chile que representa una potente opción de estabilidad democrática y reformas sociales que den cuenta de las urgencias que afectan la vida cotidiana de millones de personas.
Un conglomerado tan ancho requiere una enorme voluntad política para permanecer unido y destreza táctica para lograr que la diversidad se constituya en un factor que enriquezca y no empobrezca, que fortalezca y no debilite la indispensable acción conjunta de los actores congregados en el bloque político que les reúne, de manera que el país les renueve su respaldo, mantengan su liderazgo y no sean reemplazados por sus adversarios en la conducción del país.
En consecuencia, la diversidad es un principio esencial en el curso del proceso democrático. En los llamados países del "socialismo real", surgidos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y desplomados en 1989, hubo "frentes patrióticos", amplios en su concepción teórica, pero que no asumieron, en los hechos, el rol que se les había asignado. Fracasó la idea que un partido "vanguardia" concentraba el poder y dirigía el Estado. El pluralismo y la diversidad no se respetaron y eso fue fatal para el destino de esos procesos.
Por eso, este entendimiento con el liderazgo de Jeannette Jara, conlleva el compromiso de cultivar la diversidad política, social y cultural, con vistas a expresar auténticamente el país que aspira a representar. Ese es el esfuerzo que está en curso. Chile está primero.
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