Mejorar una plaza no es sólo hacer obras

La importancia de tener áreas verdes en los barrios para mejorar la calidad de vida de las personas está ampliamente aceptada en la actualidad. Al revisar los distintos medios locales o regionales, nos encontraremos a diario con noticias que destacan la inauguración o mejora de espacios públicos, en virtud de sus beneficios tanto ambientales como sociales. Sin embargo, para recuperar un espacio público y alcanzar estos beneficios, es importante asegurar que la planificación de los proyectos considere elementos que van más allá de las obras físicas, proponiendo procesos multidimensionales y a medio o largo plazo, con foco en fomentar espacios vivos y usados.

Ante oportunidades de recuperar plazas, además de considerar criterios técnicos adecuados, el diseño de los espacios debe incorporar las voces de quienes van a usarlos. Por ende, es esencial, en primer lugar generar un proceso participativo en el marco del cual vecinas y vecinos tengan el espacio para incidir en su diseño y lograr espacios pertinentes que fomenten su apropiación y cuidado. En este sentido, cada proyecto debe tener como objetivo fomentar las actividades deseadas de cada comunidad, potenciando un uso diverso e intergeneracional del espacio.

Algunos ejemplos pueden ser habilitar un centro cívico en caso de que exista la voluntad de realizar celebraciones y eventos en la plaza, a través de una explanada bordeada por bancas o pircas, jardineras y sombreaderos; o fomentar el juego y la exploración de niñas y niños, a través de espacios alejados de la calle con macizos de vegetación accesibles, rodeados por bancas bajo la sombra de los árboles, donde las personas que acompañan puedan socializar y descansar mientras cuidan.

En segundo lugar, el diseño debe ser atractivo para su uso, y a la vez, generar lugares resilientes para hacer frente al cambio climático y cuidar los recursos disponibles. En este sentido, hay que diseñar con una perspectiva integral, vinculando criterios de diseño arquitectónico, paisajismo y demandas sociales. Por ejemplo, incorporando una paleta vegetal de bajo requerimiento hídrico pero con floración durante gran parte del año, para dar color y alegría al espacio, siendo además refugio de multiplicidad de insectos; o reduciendo los metros cuadrados de césped para disminuir la cantidad de agua para riego, pero manteniéndolo en espacios que efectivamente tengan un uso recreativo y no solo decorativo.

Adicionalmente, no solo hay que construir los espacios, sino también activarlos una vez inaugurados. Potenciar habilidades de autogestión, fomentar la generación y/o fortalecimiento de las organizaciones comunitarias de los barrios, así como apoyar la ejecución de actividades en las plazas, son iniciativas posteriores a la construcción que deben considerarse dentro de los proyectos de recuperación de espacios públicos, debiendo asignar, por ende, recursos para ello. Asimismo, hay que asegurar una adecuada mantención que permita la usabilidad de los espacios en el tiempo. Por ello, el diseño debe haber considerado las posibilidades de mantención real que tendrá la plaza, la importancia de hacer un uso responsable de los recursos, así como la incorporación de materiales y especies vegetales pertinentes a cada territorio que duren en el tiempo.

Tener acceso a plazas pertinentes y de calidad en todos los barrios es esencial para avanzar hacia ciudades vivibles y saludables. Las estrategias, políticas y programas que se desarrollen deben basarse en metodologías participativas y tener una visión integral que contemple el medio y largo plazo, asegurando los recursos necesarios para potenciar todos los beneficios que las áreas verdes pueden entregar, logrando inversiones pertinentes y sostenibles a nivel social, ambiental y económico.

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