María Choque, artesana aymara de Colchane se encuentra al frente de una clase de más de 30 estudiantes universitarios. Están ahí para conocer más sobre la textilería aymara como forma significativa de patrimonio cultural. Un conocimiento que incluye prácticas asociadas a complejas técnicas textiles, el manejo de los camélidos sudamericanos -especialmente alpaca y llama, pero también vicuña y guanaco- que se usan para los tejidos, y la recolección y uso de material tintóreo disponible en la naturaleza del altiplano, a través de procedimientos que procuran obtener variedad de colores que logren interpretar no solo una fina sensibilidad cromática, sino también profundos significados culturales y sociales de enorme relevancia para su comunidad, entre muchos otros saberes.
María, como muchas artesanas y artesanos tradicionales, aprendió su oficio por transmisión generacional, principalmente en el hogar. Siendo muy pequeñas, alrededor de los 7 u 8 años, las mujeres aymara comienzan a tejer sus primeras obras que son cintillos y fajas, estas últimas son piezas que son parte de la indumentaria tradicional de su pueblo.
En el relato que hace a los estudiantes aparecen las figuras de madre y abuela, quienes, junto a los conocimientos técnicos, le contaron historias de cómo la faja tablillawak'a refiere al movimiento de las culebras sobre el piso, o como en la faja kilewak'a puede percibirse aves en vuelo o patitas de suri (avestruz andino), mientras en otras piezas se reconocen los ojos (naira) de la princesa que el Inca conquistó y que se perpetúan en los tejidos según le contaba su abuela.
En el rubro textil, el de mayor presencia en el territorio según los estudios disponibles, la figura de madres y abuelas es significativo en la trasmisión de conocimiento a las nuevas generaciones. En los pueblos indígenas de manera muy significativa, pero también en otros entornos urbanos donde al interior del hogar se aprenden oficios textiles que pueden comenzar como un juego, la solución a un problema práctico del momento, pero que logran convertirse en una forma de subsistencia que permite trabajar de manera independiente mientas se cría hijos y se cuida del hogar, a las personas mayores o se atiende la huerta y los animales.
Pero para que esas artesanas continúen creando artesanías, es necesario que existan iniciativas de circulación y puesta en valor que las visibilicen y brinden oportunidades de difusión. Las clases que María hace en la universidad son fundamentales, como también son importantes espacios de comercialización, necesarios no solo para mujeres, sino para todos aquellos que enfrenten el desafío de la creación manual.
Varios artesanos podrán seguir produciendo al interior de sus comunidades donde las obras que conocemos como artesanía son parte fundamental de la vida en común, pero muchos también necesitarán nuevas audiencias para sus obras y nuevas creaciones, que les permitan perseverar en sus oficios y las ferias son un lugar privilegiado para que ello ocurra.
Esta manifestación cultural requiere de estas iniciativas como una acción de salvaguardia que otorgue viabilidad a estas prácticas y expresiones, y si se aprovechan fenómenos comerciales que promuevan la adquisición de estas obras la apuesta puede ser exitosa. No se trata de sumarse a las lógicas del retail y el sobreconsumo, pero sí de aportar con una opción para un público que quiere apostar por un consumo consciente sin restarse de las fechas impuestas por el mercado.
Después de una exitosa experiencia el año pasado, como Programa de Artesanía de la UC, volvemos con la 2ª Feria de Invierno como una forma de aportar con nuevos espacios para la artesanía y los y las artesanas en una fecha especialmente significativa como es el Día de la Madre, promoviendo que los valores del hacer manual puedan llegar a un público amplio que busca una forma de regalar con sentido, contenido cultural y emocional: quien se lleva una obra de artesanía también se lleva parte de la historia de una comunidad, de un quehacer traspasado de generación en generación y largas horas de trabajo dedicado.
Este año crecemos en número y cobertura, ya que serán 30 artesanos y agrupaciones que nos acompañarán en la Feria de Invierno, quienes representan a 11 regiones del país, desde donde llegan cultores que encarnan antiguas tradiciones que han sido traspasadas de generación en generación, hasta otras manifestaciones urbanas que representan tendencias contemporáneas.
En la Feria de Invierno se podrán encontrar una cuidadosa selección de obras de alfarería, textil, cestería, piedra, cuero, madera, vidrio y papel, que pueden ser un regalo significativo para la mamá, pero también será un panorama para compartir talleres, degustaciones gastronómicas, música y arte con las homenajeadas. Los días 9, 10 y 11 de mayo en el Centro de Extensión de Campus Oriente (Jaime Guzmán Errázuriz 3300), entre 11 y 19 horas de manera gratuita, les invitamos a buscar otras formas de aportar a la cultura y expresar a cariño a mamá.
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