Uno de los fenómenos más extraños que han ocurrido en la música chilena de estos tiempos es el paralelismo de los grupos Inti Illimani y Quilapayún. Surgidos ambos más o menos en la misma época, se destacaron inmediatamente entre muchos otros que existieron en su tiempo, siguiendo caminos de creación de una originalidad incuestionable. Cada uno encontró rápidamente su propio camino y lo siguió consecuentemente.
Encontraron ambos un sonido característico, un estilo propio, un modo de pararse en el escenario, una imagen pública, un mensaje, una orientación cultural, y todo esto en cada caso, único. No hay nada en sus repertorios que sea la copia de lo que hace el otro, a pesar de que en muchos casos se trata de músicas que podrían encerrarse dentro de una misma categoría (música andina, por ejemplo).
Trabajaron ambos con artistas que dejaron huellas en sus trabajos, como Víctor Jara, Sergio Ortega, Luis Advis, pero en cada caso los resultados estilísticos fueron diferentes.
Ambos grupos tuvieron momentos de gran éxito durante los años del gobierno popular y ambos vivieron posteriormente el exilio transformándose en Francia y en Italia respectivamente en figuras importantes del medio cultural local.
Ambos fueron artistas de primera línea en la lucha contra la dictadura participando en innumerables conciertos de solidaridad que mantuvieron firme la esperanza de la libertad entre los exiliados y ambos supieron reinventarse, respondiendo a la crisis cultural que vivía Chile bajo la bota militar con creaciones cuyo valor ha sido reconocido en diferentes países y culturas.
Initi y Quila también vivieron dolorosos desgarros y vieron su trabajo reflejado en el espejo deformante de grupos que pretendieron suplantar sus creaciones desviando el camino y falsificando sus propósitos. Ambos han obtenido un similar reconocimiento en el púbico chileno que nunca ha dejado de apoyarlos apropiándose de sus canciones que ya son clásicos de la música chilena.
Hoy día, después de todo lo que Inti y Quila han vivido construyendo cada uno una consistente personalidad artística, es difícil nombrar a uno sin el otro. Si bien en los años de inicio parecía posible que la existencia de ambos grupos hubiera dado lugar a una competencia - y en nuestro pequeño mundo más de alguno habrá pensado incluso que era necesario elegir ser seguidor de uno o de otro - hoy día eso ha sido excluido por la historia.
La discusión acerca de cuál de estos grupos es el mejor se ha transformado hoy día en algo tan obsoleto y fuera de lugar como la decisión acerca de si el león o el tigre es el rey de los animales. Y se ha impuesto la necesidad de acoger la creatividad artística de cada uno de ellos con igual entusiasmo, precisamente por este alejamiento que se ha ido produciendo en las personalidades de cada uno de ellos, que valida a cada uno con independencia de la validación del otro.
La diferencia ha hecho que desaparezca la contradicción y hoy día son vistos como dos ineludibles y valiosos caminos que ha seguido la música popular nacional. Todo esto no deja de ser extraño considerando que sus carreras cubren casi el mismo periodo y son respuestas a una misma situación histórica y cultural. Si bien su trayectoria demuestra que nunca ha sido indiferente para cada uno de ellos lo que hace el otro, cada uno se ha construido con sus propias herramientas, dando lugar a músicas que se complementan sin anularse entre ellas.
Esta es la razón principal por la cual el hecho de presentarse unidos en un espectáculo integrado resulte tan atractivo para el público. El fenómeno ya se vio cuando se anunció hace ya diez años la presentación conjunta en el Estadio Víctor Jara, concierto que se transformó de inmediato en un hito en la historia de la Nueva Canción Chilena.
Algo parecido ha ocurrido en todas las ocasiones en que este formato de concierto ha sido presentado: en Argentina, Uruguay, Ecuador, Perú, Italia y Francia. Algo especial se produce tanto en el escenario como en el público.
En la escena, la multiplicación de los recursos expresivos le da a las canciones una vida nueva haciendo que lo cantado mil veces en su versión original gane una vida nueva y vuelva a recuperarse su fuerza y belleza original. La corriente de unidad fluye hacia el público y eso crea un entusiasmo pocas veces visto en un espectáculo de este tipo.
El deseo de participar en un evento como este se generaliza rápidamente colmando las expectativas de los organizadores.
Es lo que vuelve a ocurrir en Chile en estos días en que apenas anunciado el espectáculo por algunos medios y sin campaña publicitaria alguna, se han agotado las entradas con dos meses de anticipación. Ha debido doblarse la función en el Municipal y a mes y medio del evento ya se está anunciando una función extra en el teatro Caupolicán (25 de mayo).
La idea de unir al Inti y al Quila en un concierto de colaboraciones mutuas nació del productor nacional Alfredo Troncoso quien ha sido su principal promotor. Con esto se ha logrado re-posicionar a estos dos grupos como un fenómeno cultural de primera importancia que no solo ha abierto una veta creativa en un medio musical que parecía aletargado, sino que ha sabido multiplicar su influencia hacia nuevas generaciones demostrando que la potencia de su música ha sido una verdadera revolución en la cultura nacional.
Tener a uno de estos grupos ya habría sido un excelente aporte para nuestra música. Tener a los dos, lo es todavía mas. Pero tener a los dos juntos es simplemente espectacular.
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