Gracias a las marchas y tomas feministas de universidades chilenas contra la educación sexista y el acoso, se puso al feminismo en la agenda nacional durante el último mes. A esas movilizaciones, se suman anteriores reclamos por la igualdad de oportunidades y salarios, por el fin de la discriminación por razones de género en el acceso al trabajo y por el término de la violencia contra la mujer.
Todos esos alzamientos le han dado al tema la relevancia que merece. ¿Quién podría estar en contra de las banderas de lucha que se han levantado? Seguramente pocos. Sin embargo, dentro del movimiento feminista existe una idea que está muy arraigada y que hay que eliminar por errada. Se trata del sexismo en el lenguaje.
La discriminación en el lenguaje fue uno de los primeros reclamos de corte feminista en Chile durante la última década y ha sido impulsado por hombres y mujeres. Me refiero a la mala adecuación de la lengua que en lugar de utilizar el sustantivo genérico (que coincide con el masculino) al momento de nombrar a un grupo, suma el sustantivo femenino a la frase. Tan interiorizado está este error, que actualmente encontramos información oficial de Gobierno que dice “Chile de todos y todas”.
El equívoco ha llevado a otros más graves como la eliminación de la letra “o” (sacando todo rastro masculino) que se vio en algunos carteles durante las movilizaciones femeninas como, “Chile: 12267 niñes son abusadxs sexualmente en 4 años” o “Compañerx a ti no te violan en las pruebas. A mí sí en las calles”.
Esa adecuación del lenguaje es errónea, pero es transversalmente aceptada (de hecho el texto se entiende aunque esté mal escrito) porque se ha normalizado el uso de otros signos, algunos no lingüísticos, para referirse a hombres y mujeres por ejemplo con la @ en “much@s”. Ya volveremos a la @, pero antes hay que explicar qué entienden quienes promueven un lenguaje desvinculado de cualquier variable de género, al expresarse con este tipo de errores.
Hace un tiempo, principalmente políticos y líderes de opinión buscaron incorporar a la mujer en sus discursos a través de fórmulas como “bienvenidos y bienvenidas”, “las niñas y los niños”, “las y los ciudadanos”, o “Chile de tod@s”. Al incorporarnos en sus saludos pensaron que se convertían en feministas, pero simplemente estaban cometiendo un error gramatical.
Lo más lamentable es que las mismas feministas caen en el mal uso de la lengua y pierden el foco en una “lucha” que nada tiene que ver con sus demandas, y que está muy arraigada, tanto así que la Real Academia Española [de la lengua] (RAE) advirtió el error y declaró que se opone a la mala utilización de los sustantivos y la eliminación de letras en reemplazo de otras, ya que su uso se funda en razones extra lingüísticas que contradicen el principio de economía del lenguaje.
Esta institución que nació en 1713 con el objetivo de crear “el más copioso [diccionario de lengua castellana] que pudiera hacerse”, tiene como misión “velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad”.
Para la RAE, la suma de palabras o la eliminación de letras no se considera parte de la adaptación a los tiempos y necesidades. Lo reafirma su lema definido en 1715, “Limpia, fija y da esplendor”, sin embargo, quienes caen en este vicio quiebran su unidad al creer que la nueva forma representa las “necesidades de los hablantes”, cuando la necesidad real es igualdad y fin al abuso, no sumar un sustantivo cuando ya existe uno que nos incorpora (“todos”) o eliminar la “o” solo por representar lo masculino.
Parte de la constitución de la RAE dice, “el fin principal de esta Academia [es] cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana, desterrando todos los errores que en sus vocablos, en sus modos de hablar, o en su construcción han introducido la ignorancia, (…) y la demasiada libertad de innovar (…)”.
Basado en ese principio, ha dicho que este error (camuflado de inclusión y feminismo) es “artificioso e innecesario desde el punto de vista lingüístico”, ya que el genérico masculino designa la clase: todos los individuos de la especie sin distinción de sexo, aunque hayan más mujeres en un grupo mixto (todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto). Señala también que la mención del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto, el desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad.
La RAE explica que el desdoblamiento del sustantivo ha llevado a más faltas de ortografía como la incorporación de la @ utilizándola de símbolo común a ambos sexos porque su grafía pareciera que incluye a las letras a y o. Su uso como signo lingüístico cuando no lo es (1), crea inconsistencias como “día del niñ@” (del solo es válido para la forma masculina del sustantivo).
Esto ha llevado a tergiversar la escritura y, por ejemplo, encontrarnos sin “o” en los carteles de las marchas, como si el hecho de escribirla pusiera lo masculino por sobre lo femenino. Eso también podría ser considerado como violencia de género contra los hombres.
En resumen, estos errores lingüísticos generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de un texto, pero lo más lamentable es que vician el lenguaje.
Por supuesto que debemos seguir luchando por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero no por esta senda que nos podría llevar incluso a cambiar los sustantivos epicenos que designan seres animados con solo un género gramatical como personaje o vástago.
Bajo la forma feminista podríamos cambiar la ortografía de esas dos palabras, pero ¿qué pasa con los epicenos periodista, persona o víctima? Al parecer la pelea se da solo en un sentido castigando a los masculinos, por lo tanto estas tres palabras seguirían como son.
Y ¿los sustantivos comunes en cuanto al género? ¿los cambiaremos también con expresiones como buena profesionala?
Lo más lamentable es que la lucha feminista, que también busca educar a la población, deseduca reemplazando letras o haciendo frases como “chilenos y chilenas”. Espero que la igualdad se alcance, pero también espero que este equívoco termine, porque si continúa normalizándose habremos borrado siglos de historia de limpia lengua española.
(1) Arroba se usaba en los orígenes del español procedente del árabe hispánico arrúb’ que significaba cuarta parte y se aplicaba como medida de peso y de capacidad. Su uso continuo y reiterado en listados mercantiles llevó a su abreviación por medio del símbolo @, documentado en España desde el siglo XV. A finales del siglo XIX se incorporó @ en el teclado de las máquinas de escribir por su utilidad en el campo comercial. Luego, en 1971 se integró a las direcciones de correo electrónico porque en inglés se leía como at (en) y podía indicar el lugar en que se alojaba el correo del usuario. Lógicamente en español el signo se leyó como arroba y no como at. [Extracto de “La maravillosa historia del español” de Francisco Moreno Fernández junto al Instituto Cervantes].
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