En Chile se habla mucho sobre quitarle el IVA a los libros para que podamos acceder a ellos. Ante esta premisa me surge la pregunta, ¿cuántas personas estarían dispuestas a tener un par de zapatos menos o a comprar un celular menos costoso que el que usa para poder tener dinero y pagar por un buen libro? O también hago el cuestionamiento de que si en realidad bajamos el IVA al libro o lo redujéramos ¿las personas en realidad leerían más?
Al respecto hay mucho que decir. En Santiago hay barrios que tienen librerías, como la Tienda Nacional, Metales pesados, entre otras bien conocidas y onderas, junto a otras como la Librería Nacional, que me parecen son menos conocidas y que cuentan con excelentes libros para todo bolsillo. Yo las he visitado y me parecen buenas, pero veo mucha moda en algunos casos, me cuesta encontrar ediciones antiguas o nuevas ediciones de libros de grandes autores chilenos, como Patas de perro, de Carlos Droguett, por dar un ejemplo.
Por una cuestión de tendencia y consumo las personas buscan libros con calidad de diseño, se fijan en la impresión, calidad de papel o buenas portadas, llamativas y hechas con buen material. Tengo dudas si alguien sabe discriminar entre un texto con contenido y calidad, versus formato de impresión, tipo de tapa o portada.
En lo personal considero que menos es más y que más vale la calidad del contenido del libro. Aunque tampoco considero subestimar al público, también existen lectores busquillas que indagamos en libros nuevos y a precio justo. Posibilidades más amables para nuestro oficio como lector.
En una ocasión conseguí un texto de Frank Kafka, a muy buen precio, en papel blanco y con una portada que no decía nada, una mano sobre un espacio celeste. En ese aspecto mi criterio fue elegir el texto porque estaba segura de que valía la pena leerlo.
Hace un tiempo el conocido editor Jorge Herralde vino a Chile (Julio 2013) a dar una conferencia conmemorando los 10 años de la partida de Roberto Bolaño. Recuerdo que al final de la charla, al momento de hacer las preguntas, el público le pedía al editor, que hiciera ediciones más grandes, con mayores expectativas de los textos de Bolaño, ojalá ediciones doradas. En realidad lo que en ese momento vino a mi mente fue pensar en que si eso sería o no posible porque frente a la crisis económica de España veía yo bastante complejo que se pudiese publicar obras costosas para el exigente y consumista público chileno.
La reflexión en torno a los libros y la compra que quisiera promover es, ¿por qué compramos libros?, ¿por qué los elegimos?
¿Lo hacemos para sentirnos mejores frente a los demás? o en el fondo, ¿valoramos el texto? La reflexión en medio de una capital que todo el día te bombardea para que salgas de tu casa o de tu trabajo a comprar algo, es bastante nula.
Adquirimos un libro no tan sólo para vanagloriarnos de el o decorar la repisa del salón principal de la casa. Por mi parte si llega un libro a mí, lo cuido y lo trato con cariño, ya que es el mensaje de alguien. Para despedirme dejo la frase de Borges en torno a la construcción maravillosa de un libro.
“De todos los instrumentos del hombre el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa, el libro es una extensión de la memoria de la imaginación”.
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