Mapuche, el perdón del intendente Huenchumilla

Ha pasado el tiempo de la novedad, de la verdadera provocación que generaron las declaraciones del Intendente Huenchumilla por el hecho de pedir el perdón histórico al pueblo mapuche, iniciando una nueva e inteligente política nacional , que a mi juicio , honra al Estado chileno.

Personalmente, me ha tocado la equidad profunda de sus palabras, pues en mi opinión, no son un mero discurso oportunista o sensiblero, sino que reflejan una radical postura política de cambio verdadero y fundamentan un programa realista del nuevo gobierno, un enfoque digno de un tema que el Estado viene arrastrando o postergando desde hace 200 años .

Huenchumilla, mapuche y chileno como el que más, ministro de gestión amable, legislador, alcalde y talentoso abogado como pocos en su región, ha enfrentado sin vacilar el problema político más candente que desafía al Estado en los últimos 40 años.

Él, quien podría gozar de una madurez tranquila de prócer, rodeado por una vasta prole de weñi , leyendo serenamente textos de derecho civil francés,observando el crepúsculo del lago Budi, o el sol que se pierde en el Río imperial , más allá de Nehuentúe, ha preferido bajar al ruedo áspero donde se debate el futuro verdadero de este país.

Su lenguaje es de paz, de perdón, de solidaridad. Recuerda a Eduardo Frei Montalva, cuando decía con tanta razón: “… no se humilla el que pide perdón en nombre de la patria.”

Derechamente, el intendente pide perdón por la usurpación acreditada de las tierras mapuches.

“The right man in the right place”.

Contra esta postura nueva, franca y decidida del Intendente, se han levantado voces airadas, capitaneadas por el historiador Sergio Villalobos quien sostiene que era “inaceptable que hubiese tierras desperdiciadas en manos de los naturales de la Araucanía”, y agrega el benemérito académico, premio Nacional de Historia y se-dicente conocedor profundo de la historia de Chile, que “incorporar esas tierras era una necesidad para la nación chilena y ello explica que el avance más allá del Bío-Bío…”

Es decir, nuestro laureado profesor legitima en forma manifiesta la usurpación de unos territorios que la propia corona española les reconoció a los mapuche, o araucanos, como tan vigorosamente los califica el venerable don Sergio, brillante historiador

Para él, eran meros territorios abandonados, res nullius, poblados por indios borrachos y cazadores , no dotados de dignidad, por tanto sin derechos de propiedad, sub-humanos o humanoides como señaló en su oportunidad otro gran teórico navegante de los que abundan en nuestra historia de Chile.

Para el profesor Villalobos, imbuído al parecer de la tesis nacional –socialista de la Lebensraum (espacio vital), nada podía detener al destino histórico de la Völkerwanderung de la nación chilena.

Ni siquiera el derecho de gentes, invento genial de los humanistas clásicos Vitoria y Suárez,parece significar algo para Villalobos. Y es una pena porque ellos, con su profunda doctrina y filosofía, marcaron a fuego el espíritu de la epopeya de los defensores de los pueblos indígenas de toda América, dato histórico imbatible.

Tal fue el origen del Derecho Internacional para muchos.

Estos apóstoles, muchos de ellos mártires de su fe, no solo oraban, sino que exigían en forma vehemente el respeto de los derechos de propiedad de los pueblos originarios.

Recordemos los nombres de Bartolomé de las Casas en Centro América y las Antillas, Junípero Serra en Méjico, Roque Gonzales en la Cuenca Guaraní del Paraná, Anchieta en el Brasil, los jesuitas Valdivia, Ovalle y Olivares en Chile, y una legión de misioneros que han honrado al catolicismo de los Tiempos Modernos, frente a otros clérigos actuales, cuyos nombres y prontuario siniestro, prefiero olvidar por la vileza de su ministerio.

Y aquí debo detenerme, pues estos jesuitas chilenos, herederos de la tradición indigenista de su orden , contra las pretensiones esclavistas de los encomenderos españoles y los bandeirantes paulistas, se las arreglaron para imponer contra toda lógica imperial de la cultura dominante militarizada del europeo, la política de los parlamentos durante el siglo XVIII, que permitía de un modo solemne pero pacífico , resolver los eventuales litigios que se producían en forma habitual entre ambas etnias.

¿De qué sirve la pura oración o la liturgia, sin el reconocimiento de los derechos de los pueblos?

¿Este apostolado histórico en Iberoamérica, explicaría el porqué de la lealtad de nuestros pueblos pobres e indígenas con el cristianismo a pesar del ateísmo liberal o marxista de las elites y oligarquías de muchos gobiernos de la región?

Me parece entender que el intendente Huenchumilla, en una visión de Estado, inspirado en la verdadera historia de Chile, quiere reivindicar esta sensata actitud colonial de resolución pacífica de los conflictos con el pueblo mapuche, lamentablemente ignorada o menospreciada, luego de la expulsión de la orden jesuita por los Borbones, déspotas ilustrados.

Aún más, me atrevo a pensar que dicha política de desprecio a la legitimidad del sistema de los Parlamentos, fue continuada por el nuevo Estado chileno independiente, pues no se explica de otra forma que la mayoría del pueblo mapuche, por una cuestión de supervivencia tal vez, como señalan algunos historiadores (Bengoa), se inclinó en su mayoría por la corona española durante las luchas de la independencia.

Muchos mapuches de guerra (entre otros, del grupo de los Pincheiras) se vieron forzados, sino expulsados, luego de la independencia a migrar por los boquetes pehuenches de la cordillera hacia las pampas argentinas, iniciando el proceso centenario de la Araucanización de la Patagonia argentina.

Avanzado el periodo republicano, a mediados del SigloXIX, en Argentina como en Chile, tanto en Norteamérica, como en la Rusia de los Romanoff, se produce un movimiento histórico avasallador, de estirpe romántica que impone la teoría de los destinos manifiestos que se imponen a sí mismos ciertos pueblos dominadores, arios de tez blanca supuestamente vigorosos y civilizados (Sarmiento), hacia la expansión territorial a costa de otros, a quienes se degrada o se les quita su condición humana por ser de piel oscura, de ojos rasgados, muy lejos del paradigma del bello y superior hombre indoeuropeo.El Übermensch o superhombre.

Esta ideología avasalladora y narcisista, culmina en Chile y Argentina, durante la insurrección general mapuche de 1881, comandada en Chile por el gran lonco Esteban Romero y en Argentina, por el cacique mestizo Saihueque del Neuquén.

Las tropas chilenas, regresando de la victoriosa Guerra del Pacífico, y por tanto poseedoras de avanzada tecnología militar, logran destruir las columnas de mocetones, valerosas pero mal armadas.

En Argentina, en forma paralela, el ejército del general Roca derrota a la caballería mapuche de Saihueque, el señor de las Manzanas del Neuquén y a Namuncura , hijo del gran cacique Calfucura (chilenos del Cautín).

Para erradicar el liderato mapuche, Roca, traslada como rehenes a los hijos de los caciques rebeldes a Buenos Aires, so pretexto de educarlos, con lo cual inicia una política de arrasamiento del pueblo mapuche en Argentina que tendrá las características de un genocidio.

El cacique Pascual Coña, natural lafquenche de la costa de Arauco, en un conmovedor relato en lengua mapudungu, traducido al castellano, nos cuenta de su misericordioso viaje con toda su familia y mocetones, de a caballo, cruzando los valles del Cautín y la Cordillera pehuenche para llegar al Neuquén y seguir viaje hasta el Atlántico para pedir clemencia por sus hermanos mapuches de Argentina, derrotados por Roca.

Es bien tratado y algo consigue ante los argentinos, admirados de su coraje y lealtad.

En Chile, sin embargo la derrota es decisiva y se manifiesta en la perdida de los terrenos poseídos desde tiempo inmemorial por el pueblo mapuche.

Una nube de topógrafos, comandados por el agrimensor alemán Teodoro Schmit, masiva y vertiginosamente, con apoyo de las tropas chilenas, comienzan a trazar las parcelaciones e hijuelas en tierras de los mapuches vencidos, que recibirán a los colonos extranjeros y chilenos , arrinconando a las familias indígenas a los lugares marginales, las peores tierras labrantías de Malleco y Cautín.

En plenos terrenos de milenaria posesión mapuche, entre la Sierras de Mahuidanche y el río Toltén se establecen, replanteadas por los agrimensores del Estado, las bien conocidas fajas de colonización, entre otras la Faja Maisan, famosa por sus quesos, que se otorga a colonos alemanes que no conocen esta historia de usurpaciones.

Sin embargo la tragedia es mayor. Porque implica un cambio estructural, dramático en lo cultural, claramente indicado por el historiador José Bengoa.

Esto es, que por deriva histórica, el pueblo mapuche, radicado durante los siglos anteriores al siglo XVIII en ambas vertientes de la cordillera, en la zonas hoy conocidas como Araucanía y Neuquén, dedicados principalmente a la caza, a la pesca y a la agricultura de subsistencia, comienza a criar, por influencia de los conquistadores, caballos, vacunos y ovejas.

Entonces se hace un pueblo ganadero y por ende transhumante, muy activo en el comercio, cruza la cordillera, muy porosa para ellos, y en sus correrías por la pampa argentina con sus hordas de caballería militarizada, obtiene más ganado y gran riqueza que se manifiesta en su rumbosa platería que enjaeza sus caballos y lucen sus mujeres con altivez.

Han adquirido además un manejo inevitable de las tácticas militares durante la Guerra de Arauco y el conflicto permanente con el Estado chileno.

Se convierten en 50 años de grupos marginales, advenedizos en la pampa, empujados por las tropas españolas y sucesores chilenos, en una casta militar que dirige verdaderos regimientos de caballería de hasta cinco mil lanceros, asolando la pampa y amenazando seriamente al Estado argentino o más propiamente, a la provincia de Buenos Aires.

Visten cota de malla y espadas de buen acero. Sin embargo, sus lanzas son largos y flexibles colihues de la selva chilena. Su lengua, su cultura y su valor hegemonizan al resto de los pueblos indígenas de la pampa.

Hasta los grupos ranqueles (según cuenta el coronel argentino Lucio Vásquez Mancilla), los tehuelches y los pampas, asumen la cultura, la lengua, el arte de cabalgar a la jineta de los españoles y chilenos, y la férrea disciplina militar que imponen los mapuches de allende los Andes en el Puelmapu (La tierra del este, la pampa argentina)

Sin embargo, su último refugio fue siempre la densa selva de la montañosa e impenetrable vertiente chilena de Los Andes.

Para ellos, era una senda abierta y conocida.

Sus nombres, casi míticos, cantados por el folklore argentino hasta hoy: Maguil, Quilapán, Calfucura y su hijo Namuncura, Baigorrita, Foyel, Juan de Dios Neculmán (Boroano), Manuel Collío Cotar, Venancio Coñuepan. Una legión indomable de guerreros, que sin embargo, fueron también astutos negociadores con el estado huinca argentino que emergía como la más fuerte nación de América Española.

Definitivamente durante el siglo XVIII se transformaron gracias a la cultura del caballo, principalmente en ganaderos, un poco nómades y por tanto titulares de la posesión de tierras extensas. Sin duda no eran agricultores propiamente tales y nunca lo fueron. Por cierto, no manejaban la agricultura o la chacarería, de suyo intensiva, como los aztecas, mayas o quechuas.

Habían derivado por presión social y étnica de los españoles en caballistas, criadores, comerciantes y contrabandistas de ganado de las pampas. El gobierno argentino los mantenía un poco tranquilos, a veces, con un tributo que se traducía en cientos de novillos pampeanos y caballares criollos.

Al ser derrotados, luego de la mencionada insurrección de 1881, tanto en Chile como en Argentina, perdieron su modo de vida y fueron reducidos a terrenos pobres y a una agricultura de mera subsistencia (Bengoa y otros)

Fueron confinados entonces al minifundio y a la miseria por el Estado chileno, triunfador de la última guerra de Arauco.

Eso es lo quetenemos que asumir como Estado.

Y como consecuencia de este apocalipsis cultural, muchos de ellos cayeron en el alcoholismo, como gran parte del pueblo chileno pobre en la misma época.

Me atrevo a sospechar que el sabio profesor Sergio Villalobos, nacido por los años 30 en Angol de Los Confines, en plena frontera, ciudad que fue destruida varias veces durante La Conquista por los malones mapuches, asume con naturalidad esta capitis diminutio mapuche al denominarlos como araucanos, en un tonillo más bien despectivo.

Pero el historiador citado no investiga las causas de esta pobreza y la atribuye a la propia naturaleza del mapuche.No hace Historia, sino Sociología genética.

Los califica de borrachos, holgazanes, improductivos, que desperdician las vastas tierras que poseían. Su actual status, su pobreza es propio de su vil naturaleza.

Sorprendente comentarios para un sedicente, docto historiador.

Leyéndolo, no puedo dejar de compararlo con Cornelio Tácito, romano y patriota, que sin embargo, reconoció el valor y la dignidad de sus enemigos, los germanos.

Al respecto y sobre la historia de la propiedad mapuche, me permitiré un recuerdo personal, como topógrafo-jefe que ejercí durante las operaciones gratuitas de saneamiento de títulos del DL 2695, hace unos 30 años, por cuenta del Ministerio de Bienes Nacionales.

Un buen día, en nuestra oficina de Pitrufquén se apareció un grupo de solicitantes mapuches de la desembocadura del Río Tolten, quienes solicitaban títulos sobre terrenos donde, antes del terremoto del 60, circulaba el tren de EFE, cuyo ramal se originaba en Freire. El lugar se llamaba Hualpin, si mal no recuerdo.

Al estudiar la carta escala 50000 del IGM, observé que se notaba claramente el sello del trazado del EFE. El grupo mapuche me indicó que los terrenos eran de su reducción, asignados por el General Cornelio Saavedra hace más de 100 años, que hubo Parlamento en Toltén que les reconoció su dominio y que la empresa del ferrocarril nunca les pagó la presunta expropiación.

Recibí la solicitud y antes de enviar al topógrafo a levantar el predio, tomé la precaución de visitar al Seremi de Bienes Nacionales en Temuco, quien en forma indignada, me señaló, que tal saneamiento era una provocación a la Empresa estatal EFE. Por tanto me recomendaba que rechazara la solicitud de los mapuches y la archivara.

Sin embargo, a juego perdido, y por mera tincada, fuimos a revisar las inscripciones de dominio de aquellos terrenos, única forma que acredita en nuestro derecho la tradición como modo de adquirir el dominio. Hablamos con los abogados de EFE de Temuco y nos señalaron con la mayor naturalidad del mundo, que tales inscripciones de dominio no existían y el trazado de la línea se hizo sin expropiación alguna sobre las tierras indígenas, tal vez por mera tolerancia de los lonkos titulares de la reducción.

En consecuencia, recibí las solicitudes de saneamiento del grupo mapuche, envié los topógrafos y tramité el saneamiento ante Bienes Nacionales.

Luego fui retirado de la zona y al poco tiempo despedido de la Empresa que hacía estos trabajos para Bienes Nacionales.

No supe hasta hoy que ocurrió finalmente con el saneamiento de aquellos terrenos mapuches, primero usurpados groseramente y luego abandonados por la empresa ferroviaria, para volver a la posesión natural y legítima de los mapuches aledaños a la obra.

Constaté de visu, sin mediar literatura ni historia de especie alguna que las tierras de la Araucanía están marcadas por el abuso y el atropello de los derechos de varias generaciones de mapuches por la acción o la negligencia del Estado.

Por tal razón, adhiero, y con aplauso al Intendente Francisco Huenchumilla, hombre de ambos mundos, de ambas culturas, talentoso abogado, el que sin dejar de ser chileno, pero mapuche (Huenchumilla: hombre de oro) también , ha sido la única autoridad capaz de iniciar una nueva política de respeto en torno al problema del pueblo mapuche.

A lo mejor es tarde para él, y tarde para todos nosotros.

Sin embargo el evangelio de Mateo, en su capítulo 5, vers 9, nos recuerda,"Bienaventurados son los que procuran la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

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