Estas mujeres inolvidables son patrimonio de la cultura pop, como las pinturas de Warhol y las locomotoras de las sociedades estancadas. Viajan a contracorriente del machismo, sin prejuicios, irreparablemente modernas y están abiertas al cambio. Nacen así y no se pueden fabricar desde militancias lánguidas. En la obra "Quiero ser una chica Almodóvar", las actrices Antonia Santa María, Elvira López, Dindi Jane y Enzo Ferrada logran revitalizarlas, en el contexto de las escenas más gloriosas del caos del cineasta nacido en Calzada de Calatrava.
Hay un homenaje a estas mujeres desinhibidas, siempre de maleta hecha. Es un entretenido tagadá kitsch de música en vivo y teatro, bajo la dirección de Álvaro Viguera, el guión de La Santa y la coreografía de Betania González.
Deseo, nostalgia y pasiones de una playlist con Luz Casal, Chavela Vargas, Los Panchos, Julieta Venegas y el Dúo Dinámico, en vivo y con una banda, al servicio de una reinterpretación chilena del universo fílmico del consagrado director de cine.
Es la hora reservada a una peluquería atronadora, de colores, donde después del desmadre, cabrá preguntarse si las mujeres de hoy, en este mundo de talibanes terraplanistas, podrán ser aún esas chicas soñadas por Pedro. La filmografía del director, aborda siempre la identidad. En ese sentido, nuestro país tiene graves problemas. No hemos podido dejar de ser una mala versión Bollywood de lo que vivió España, tras la muerte de Franco.
En España, ido el dictador, se trabajó a largo plazo una transición democrática formal, una constitución democrática, seguridad social, autonomía para sus comunidades y se industrializó más la economía. Chile sólo consolidó una eterna post dictadura, exportadora de tierra y tontos graves, donde el supremo gobierno es el Don Dinero mal habido.
España y Europa post barbarie, edificaron, Chile sólo jugó con arena.
Por las 17 comunidades autónomas atestadas de trivialidad turística y energúmenos precios de alquiler, se respiran ahora peroratas similares a la Europa de entre guerras 1920-1939. Sin embargo, esta guerra civil de las derechas mundiales la sorprende, como la cuarta economía de la UE. La sociedad hispana construyó un radier y sobre éste una casa formal, veremos si lo suficientemente sólida para resistir la arremetida neofascista y de una izquierda millenial, cuyas monsergas son de 1934.
Del descontento y desencanto cultural, de los años '90, la tierra de Almodóvar pasó a los indignados del 2005 y de ahí a los Podemos. La siguiente estación ha sido la era del discurso del odio, por lado y lado. En medio de franquistas y republicanos del siglo pasado, están los dos socios del cogobierno (PP y PSOE) para defender los logros del ciclo 1978-1995, cuya lógica fue y es el tráfico de influencias.
Debido al sistema parlamentario, los millenials de España no pudieron lograr el poder total, como sucedió en Chile. La G90 española, ya cincuentona, tomó el control. Los Podemos, agotado el panfleto y la foto con Chavez, miran aún desde la mesa de los niños.
En Chile, la mediocre generación G80 y G90 de la élite jamás se involucró en un verdadero tránsito democrático. Nunca mataron al padre concertacionista. ¿Resultado? Vivimos aún la crisis 2010-19 y el fierro caliente de una sociedad percolada, cayó sobre un improvisado presidente de 35 años, junto a su camada devota del activismo vintage y una ética pública deleznable. Nada moderno, nada Almodóvar.
El parlamentarismo español, aún en rodaje cultural comparado al británico, permite al sistema de partidos no contaminar la administración pública. Las militancias se dedican al show de los cargos de elección, todo lo importante es carrera funcionaria formal y proceso de admisión con estándar UE. Acá, el Estado está lleno de parientes, amigotes y militantes, ingresando por la ventana del gobierno de turno.
Si en España los neofranquistas e independentistas de derechas, no pudieron incendiar el bosque, fue por la carencia de pradera seca. La crisis no vino a "quemarlo todo" con mandriles de chuzo, narco barras, perritEs comunitarios u overoles blancos.
Los nietos de Almodóvar, viven en un reino donde una de tres familias tiene problemas para llegar a fin de mes, con 30% que no sale de vacaciones, universitarios chiringuitos retirándose de la carrera, pues no hay alquileres debido a la voracidad inmobiliaria. Sin un mercado laboral moderno. Con todo, los jóvenes no huyen, pudiendo hacerlo, a las cercanas economías de la UE.
Los nietos pijes FA de la Concertación no desearon comprender cómo una sociedad lumpen neoliberal y de pobre lenguaje como la nuestra, requería un primer paso de bebé. Una simple carta de post guerra, como la francesa de De Gaulle. No puedes saltar al destape de Almodóvar, si antes transitar por un necesario-aburrido Adolfo Suárez de 1978.
La oportunidad se fue al tacho y la carta de Pinochet durará 60 años más, mientras las AFP son ahora más fuertes. Digan lo que digan, España en crisis es un portento, al lado del mejor Chile del periodo 1990-2010.
Las chicas Almodóvar hispanas de la tensión actual, bailan su activismo selfie, sobre la pista de una discoteca muy diferente, pero hecha -al fin y al cabo- por un arquitecto. Las chilenas, lo hacen sobre la traza de aserrín de un circo pobre anclado en las grises ideas de los años '70.
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