Hay un músico en la esquina del escenario, ataviado con trombón, acordeón, tambores y guitarras, atento a los movimientos y relatos de un matrimonio del Chile de muchas décadas atrás. Su marginalidad material y personal se debe a un misterioso y molesto invitado, quien se les ha colado tanto en casa como en la vida.
En "El Invitado", la compañía Tryo Teatro Banda recrea esta obra del Premio Nacional de Artes (2011) Juan Radrigán, montada hace 25 años atrás en los inicios de su carrera como colectivo.
Más de dos décadas después, la galardonada epopeya de la compañía es una guirnalda de hitos encomiables, cuyo eje está en la reflexión histórica. Una larga comparsa siempre enriquecida por estupendas creaciones musicales, pues los Tryo son músicos del teatro y actores para la música.
El matrimonio entra en directo testimonio con el público para explicarles cómo era su vida antes y después del arribo del famoso invitado, quien cual Godot anima todo el misterio de la obra. El amor los llevó a unir sus vidas y ahora está en jaque por la pésima situación económica, pues el intruso está directamente relacionado con la crisis social, política y económica del país. Todo marchaba con los altos y bajos habituales hasta el día del arribo del invitado, quien se les metió en la casa, la cama, la vida y los sueños perdidos.
Él es un obrero de mil historias y en su época dorada fue desabollador de autos. Ella fue una chica proveniente de la sencillez del hogar obrero y trabajaba en una fábrica, cuando el enamoramiento la llevó al proyecto de vida junto al hombre. Dos tipos de chilenos hoy extinguidos, pues al obrero, sucedió un marasmo de mercachifles de la supervivencia, mientras el país importador ya no fabrica ni una chala.
Esta pieza clásica del repertorio de Radrigán experimenta un agradable ritmo gracias al hombre orquesta, acentuando el tinto de la comedia, melodías y efectos son para él y ella. Las cuerdas y acordeones lo persiguen a él, pues es un deslenguado y pícaro hombre de trabajo. Ella, es la pragmática, anhelante mujer asidua a concursos de radio y TV, con los cuales alimenta una esperanza. Los sones lucen las lentejuelas barrocas de sus personalidades.
La dirección de Francisco Sánchez y la codirección (2025) de Sebastián Vila son sólidas, mientras los actores Alfredo Becerra y Carolina González consiguen en los asistentes transmitir sus desventuras y reflexiones. La música de Francisco Sánchez encaja con chistes, penas, reclamos, anécdotas y temores, con un vestuario e Iluminación de Gabriela González a la altura de las constantes transformaciones.
Esta producción de Tryo Teatro Banda nos expone frente a dos tipos de chilenos del antes y después a la dictadura, la cual devino, con las décadas, en una revolución armada de derechas, hoy absolutamente consolidada. La única revolución armada cuajada, de todas las que se ofrecieron en el siglo anterior.
Es la labor de un dramaturgo conocedor del éxtasis de ese Chile anterior y testigo de cómo el invitado llegó un día para jamás marcharse. La metáfora es lúcida, pues explica cómo estos procesos radicales no sólo irrumpen en las bases mismas de una república o una sociedad, sino también ingresan como huéspedes permanentes a casa de cada quién. El hogar, es metáfora del alma de una persona o un grupo de individuos.
El matrimonio ha hecho de todo para poder sortear la presencia invasiva de este huésped, han movilizado sus fuerzas para sobrevivir a las brutales miserias económicas que implicó la instalación del modelo Chicago Boy en los años '70 y '80. Ya se olvida esa era de cesantía, desaliento, carestía, rodeada de la poesía estridente de la farándula televisiva de esos años, la cual prometía sacarte de la indigencia si ganabas en "Sábados Gigantes".
"El escape es imposible si el prisionero no sabe que está dentro de una prisión", decía Fiódor Dostoyevski. La pregunta clave de la obra es "¿cómo lo hacen ustedes para vivir con el invitado?" y es tan estremecedora, tanto para finales de los '80, la década de los '90 y el hoy, en pleno siglo XXI.
El modelo de sociedad edificado en 17 años por la dupla Chicago Boys + dictadura se consolidó a pesar de una Constitución avalada vía fraude electoral. Ha resistido todas las rebeliones, la del ciclo 1983-87, el caso Pinochet, las marchas escolares y universitarias de 2011, incluso el estallido anómico generacional de 2019.
Se corta la maleza, pero ésta vuelve a crecer en los partidos y en los corazones. El matrimonio vive en una pobreza del Chile de los '80, pero no imagina el futuro de la sociedad, la cual fabricaría nuevos tipos de pobres. Los de hoy, vía crédito de consumo, no desean saber cuan menesterosos son.
Ya no es costumbre, ni resignación, ahora es cultura. El invitado no es personaje histórico identificable con nombre y apellido, es un sistema de relaciones, propio de una receta química. Ahora no lo detecta el historiador, pues no es ni siquiera una docena de personajes de carne y hueso. Es trabajo para sociólogos, psicólogos y psiquiatras, para artistas preclaros.
No sirve el panfleto para hablar de él. No es labor para militantes trasnochados y obsoletos nostálgicos o atrofiados del año 68. El capital le pasó por encima al trabajo y no hay laburantes o sindicatos. Vivimos en un país lumpen, de barras bravas y ladrones de cuello y corbata, muy complejo de explicar o solucionar.
"El Invitado" es hoy, tras muchas décadas, sencilla y complejamente, el mismo lodo en que estamos todos manoseados.
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