Vertientes

Gladys Alcaíno
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¡Chile se mueve! Y esta vez no porque la tierra tiemble. La viva actividad cultural que desafortunadamente no llega a los medios como debiera, es lo que se mueve incesantemente.

Durante el año hay ocasiones en que el tiempo no da, la agenda no alcanza para ver lo que está en cartelera en el terreno de las artes escénicas. No sólo en enero la oferta es variada y de gran calidad. Si se menciona el primer mes del año, es porque gracias a una gran gestión hoy podemos vincular enero al intenso ajetreo teatral que ocurre en el Festival Santiago a Mil.

Pero sin desmerecer al magno evento, para nada es lo único que acontece a nivel de festivales de teatro. Por esa misma fecha podemos optar también por la cartelera alternativa del Festival de Teatro a Luca.

En Puerto Montt hace alrededor de veinte años, estalla en tormenta el Festival Temporales Internacionales de Teatro. Como también, desde el año 2001 llega a Santiago y regiones lo más contemporáneo de la dramaturgia europea al FEDEC.

Además se realizan varios festivales comunales en distintos periodos del año que acercan el teatro a los vecinos.

Transgresor es lo que ocurre en regiones, como el Festival de Teatro Container, el que podremos disfrutar en su tercera versión desde el 14 al 20 de noviembre. Este evento nace en Valparaíso y se realiza en pequeños contenedores habilitados como teatros de cámara.Incluye obras nacionales, internacionales e infantiles dando forma a una innovadora propuesta.

Revisando esta cartelera, es innegable como una renovada gestión y búsqueda en cuanto a la creación de nuevos espacios y contextos ya son parte habitual en las prácticas de nuestras artes escénicas.

Es así como han surgido festivales que en su cartelera integran tanto al teatro como la danza, dando lugar a una gran diversidad de obras, estilos, debates y a una nueva aproximación hacia el público. Lejos de lo convencional.

Ejemplo de ello es el Festival de Escena Doméstica, que ya lleva tres años convirtiendo la casa y sus rincones en espacio escénico. De este modo sus organizadores logran entregar una nueva y participativa experiencia al espectador, como también independizan la creación de los grandes presupuestos, ya que las obras se conciben al interior de la casa en la que el creador quiera dar lugar a su acción.

Dentro de los nuevos lenguajes, o más bien de lo transdisciplinar, hay que destacar el Festival internacional de Videodanza Uarcis, de gran convocatoria y programación, del cual ya se han realizado cinco notables versiones. Un formato muy interesante que ha logrado una sólida tribuna en este encuentro anual.

En danza la oferta es variada y de excelencia. En pleno invierno tuvimos la primera versión del Festival Internacional de danza Contemporánea Escena 1, evento que dio lugar a una intensa actividad de extensión al alcance de todos, como también a que la danza contemporánea se vincule a espacios emblemáticos, como la recuperación y resignificación del GAM, hoy epicentro para las artes escénicas o el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos entre otros. Grandes exponentes nacionales y extranjeros pasaron por esta primera versión de Escena 1.

Imprescindible es mencionar el Festival Internacional Danzalborde, Valparaíso nuevamente, que en su convocatoria destaca que “todas las funciones y actividades de 10 años de Festival son gratuitas y con cupo limitado. El acceso dependerá de la capacidad de cada sala. ¡Están todos invitados!”

Ahora mismo, desde el 6 al 20 de noviembre transcurre la cuarta versión de Vertientes, Festival de danza Contemporánea Emergente. El evento anuncia y destaca en su convocatoria lo internacional, que bienvenido sea.

Sin embargo, luego de haber visto varias funciones de esta versión, la escena emergente chilena ha sorprendido con obras como “H” con dirección de Carla Bolgeri. O “Turbo, La Licuadora y Bailarinas en Motocicleta”, dirigida por Rodrigo Chaverini.

Estas, como gran parte de las obras programadas en los distintos festivales, permiten la pregunta sobre qué tantas expectativas tenemos que tener frente a lo que viene de afuera, a aquello internacional, cuando la escena local se interroga, se atreve y se aprecia por su experimentalidad y calidad.

En cuanto al valor de las entradas, varían según cada evento, ya que oscilan entre lo gratuito y la factura de Santiago a mil. Pero en general los valores se igualan a los precios del cine, considerando siempre abonos, convenios, precios especiales para estudiantes y tercera edad, como una gran gama de actividades gratuitas y de extensión.

Si estos festivales lograran una difusión y taquilla como la que merecen, movimientos de auspicios y taquilla aumentarían. Y aunque es difícil luchar contra el mercado y lo que vende, hay que considerar que tras cada gestión festivalera hay un esfuerzo indudable por acercar la cultura al mayor público posible.

Vale la pena entonces, apagar el televisor o el computador por un rato e ir a ver las distintas creaciones. Hay que dejar de pensar que el arte y la cultura en Chile son bienes inalcanzables, porque si se observa un poco, hay mucho, todo el año y a la vuelta de la esquina.

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