Violeta no es un Museo

                                                                             

Violeta Parra no es un Museo. Partamos por ahí. Menos mal.  Basta escuchar sus canciones increíblemente actuales interpretadas desde nuestros atribulados medios de locomoción hasta importantes Teatros del mundo. En verdad ella es un pálpito maravilloso e incómodo que no hemos podido aprender a querer. Al menos aquellos que desde el Estado tienen la responsabilidad de regar, cual flores o bosques, los tesoros que nutren de ensoñación nuestras vidas, que fue aquello que hizo la Viola Chilensis, y hacen nuestros grandes poetas nacionales. 

Resulta inútil querer dañarla incendiando un espacio que lleva su nombre. Sea fortuito o intencionado el hecho. O lacrimógena, o molotov. Paradojalmente, esa violencia planificada, no me cabe duda, ensancha aún más el afecto hacia la figura profundamente amada que es Violeta Parra. 

Fui solo una vez al Museo, pero conozco al revés y al derecho toda su música y he visto sus óleos, dibujos y cartones a lo largo de mi vida. El enorme cancionero que me impactó a mis doce años y que conservo intacto, fresco, cada vez que lo rememoro, sigue teniendo el encanto de aquellas magníficas músicas que nos sorprenden porque  son arte que vuela muy lejos del inmediatismo y la banalidad y muy cerca de nuestros pesares más secretos. 

Amigos han salido de ese Museo perplejos. Un espacio armado acomodando el diseño al terreno que se ofreció y, no como debiéramos suponer; un espacio que acoge un proyecto libre e inteligentemente diseñado.

El resultado arquitectónico fue polémico. Las arpilleras y telas expuestas incómodamente. La música de Violeta, su principal creación, a merced de una acústica mezquina.

En fin, como muchas cosas que se hacen en este país, resultado de presiones de una parte y de concesiones de otra que no dan el ancho del asunto a resolver con grandeza.

Por que si hablamos de Violeta Parra seriamente, bueno, ella debiera tener, al igual que Gabriela Mistral, una generosa, luminosa y moderna estructura  con un entorno amigable que pudiéramos visitar para muy diversas actividades.

Violeta es bastante más que los estereotipos que se han imaginado. Lo que ella hizo en vida es una proeza gigantesca.

La fama mundial y aprecio por sus canciones, eso que nos muestra a chilenos y chilenas con rasgos que solo grandísimos artistas logran, es para toda la existencia de nuestro pequeño país. Es un patrimonio.

Pensemos en un espacio entonces que rinda verdaderamente honor a lo grandioso y sutil de su obra. No un Museo ni grande, ni pequeño, ni serio. Quizá un Centro, un Espacio como un Oasis, algo que nos lleve en un Viaje, un Patio, una Quinta de Recreo de esas con corredores adornados por la Flor de la pluma, una Nube.

Por que Violeta era sobre todo una actitud irreverente y libre, fina y frágil cuyo recuerdo  debe estar a salvo de todo vandalismo.

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