Chile atraviesa un momento crítico en materia de seguridad. La creciente percepción de inseguridad está fragmentando a una sociedad que demanda respuestas urgentes y soluciones sostenibles. En este desafío, el deporte emerge como una herramienta poderosa, con un potencial de transformar comunidades, fomentar valores esenciales y construir puentes en un país que necesita unidad.
El deporte, en su esencia, es un facilitador del desarrollo social. A través de su práctica, se promueven principios como la tolerancia, el respeto y la solidaridad. No solo beneficia la salud física y mental, sino que también actúa como un espacio seguro para el encuentro comunitario. En sectores donde la desconfianza y la violencia se han normalizado, las actividades deportivas pueden devolver el sentido de pertenencia y la confianza en el otro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha evidenciado que la actividad física regular mejora la autoestima, reduce los niveles de ansiedad y tiene un impacto positivo en la salud mental. Además, cuando el deporte se integra a la educación, no solo fortalece el cuerpo, sino también el carácter, enseñando habilidades como el trabajo en equipo, la resiliencia y el respeto por las reglas.
El deporte tiene un impacto transformador en las comunidades más vulnerables. Por ejemplo, al desarrollar programas deportivos en sectores afectados por la delincuencia, no solo se logra alejar a los jóvenes de los riesgos asociados a su entorno, sino que también se crean espacios donde pueden crecer como agentes de cambio. Una cancha, una piscina o un gimnasio pueden ser mucho más que infraestructura, pueden ser espacios que promuevan el respeto y valor de la vida.
Sin embargo, este potencial no se está aprovechando al máximo. A pesar de los avances en infraestructura deportiva y los resultados destacados de atletas nacionales, el acceso al deporte sigue siendo limitado en muchas comunidades. La falta de inversión y planificación estratégica perpetúa dichas diferencias.
El Club Deportivo Universidad Católica, entre otras instituciones, ha asumido un papel activo en este desafío. Con su compromiso con el desarrollo integral de deportistas, no solo impulsa la práctica del deporte escolar y de disciplinas como el básquetbol, vóleibol, triatlón y natación, sino que también contribuye a formar ciudadanos responsables y comprometidos. Este modelo de trabajo demuestra que el deporte no es solo competencia, sino que también es una herramienta de transformación social y cultural.
Para enfrentar la crisis de seguridad que vivimos, es esencial promover e integrar el deporte con iniciativas educativas y comunitarias. Esto requiere un liderazgo decidido que vea en el deporte un aliado estratégico para prevenir la violencia, fomentar la inclusión y reconstruir el tejido social.
La violencia asociada a los encuentros deportivos es otro desafío que debemos abordar con urgencia. Aquí, el liderazgo de clubes, federaciones y el Ministerio del Deporte es fundamental para establecer políticas claras de prevención y sanción, pero también de educación.
El deporte ha demostrado históricamente ser un lenguaje universal que trasciende barreras culturales y sociales. En momentos de crisis, puede ser el puente que conecte a comunidades fragmentadas, inspirando unidad en torno a metas comunes, como la seguridad de nuestro país.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado