¡El fútbol da para tanto!
Se juega la Copa América. Por algún tiempo el país cambiará su conversación. Alexis, Gary, el mago, Vidal y Bravo le darán un respiro al mundo político, atorado como está por las denuncias y revelaciones que día a día se dejan caer sobre nuestra atribulada clase política y los sorprendidos ciudadanos que se preguntan dónde irá a parar todo esto.
Pero, la verdad, es que el fútbol, esa llamada pasión de multitudes, no ha sido tan inocente ni neutral como algunos quieren creer. Los escándalos de la FIFA, que al parecer también tocan a la ANFP, lo muestran claramente. La violencia en los estadios es otra cara difícilmente aceptable del deporte rey.
Y para qué decir la utilización política que los regímenes dictatoriales han hecho históricamente del deporte, y del fútbol en particular. Casos emblemáticos: el Mundial de Argentina en 1978 en que la Junta militar logró con éxito hacer olvidar por unos días los miles de crímenes de sus agentes o las olimpiadas de 1936 en que Hitler buscó reivindicar la supremacía aria.
El nacionalismo exaltado y el racismo es una dimensión que muchas veces se dispara desde la cancha o desde la galería. El fútbol es la sublimación de la guerra, es la patria, el fútbol es el pueblo, el fútbol y el pueblo soy yo dirán los dictadores, como recuerda Eduardo Galeano.
No en vano Pinochet se instituyó como Presidente Honorario de Colo-Colo, a pesar de ser del Wanderers; Ambrosio Rodríguez, abogado de Pinochet, presidía la U en los ochenta y firmaba el contrato de Luis locutín Santibáñez en el mismísimo Palacio de La Moneda.
Tampoco es neutral nuestro Estadio Nacional, lugar que conserva los recuerdos de más de siete mil presos políticos, el mayor campo de detenidos habido en la historia del país.
Entre los detenidos, Hugo Lepe, sindicalista del fútbol y defensor de Colo-Colo.
Pero también hay ejemplos, y muchos, en que el deporte sirve las buenas causas. Sin duda el más emblemático es el mundial de Rugby que se jugó en Sudáfrica en que Nelson Mandela, como lo hace ver el periodista John Carlin en su magnífico libro
El Factor Humano, vio la oportunidad de hacer ver a los blancos-fanáticos del rugby- que los negros no eran sus enemigos y que ambos podían abrazarse en la celebración (y reconstrucción) de su país.
Entre nosotros, vale la pena recordar el gesto solidario de los jugadores de la selección chilena que el día que partían al mundial de Alemania, pidieron detener el bus en la Penitenciaría para visitar al doctor Álvaro Reyes, médico de la selección y militante comunista detenido en la Posta Central, enviado al Estadio Chile y luego a la Penitenciaría.
Ojalá los chilenos sepamos aprovechar positivamente la Copa América para saludar a nuestro vecinos con los que hemos estado en discordias. Saludar al equipo boliviano como hermanos nuestros que son. Salir un poco del clima de pesimismo y sospecha generalizada y reencontrarnos con la alegría de compartir logros comunes, o aceptar con dignidad, respeto y admiración la superioridad de algún rival.
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