Yo no te maté, Sandrino

Invierno de 2001. Un día como cualquiera en la oficina de producción de Radio Agricultura. Pasadas las 7 de la mañana. Milton Millas y elenco llevaban largos minutos discutiendo quizás de qué tema -seguro peleando con Villalta- cuando sonó el teléfono. Lo respondió Pablo Espinoza, editor del espacio. Unos segundos de conversación, cortó. Meditó sentado en su silla y me habló.

"Llamaron para decir que se murió Sandrino Castec". La puta madre. "Veamos de confirmarlo", le respondo al colega. Busco en la nutrida agenda blanca algún número para cotejar el dato, cuando veo por el rabillo del ojo que Espinoza le estaba hablando al oído a Milton. Quedé en shock cuando se lanza al aire: "Nos acaban de avisar que falleció Sandrino Castec". Se me aceleró el corazón, con quien cresta trato de confirmar la infausta noticia. "Con el 'chico' Hoffens", dijo alguien que no recuerdo.

Al tercer marcado, contestó un somnoliento Hoffens. "Hola, te llamo de Radio Agricultura. Nos acaban de llamar para avisar que Sandrino tuvo un problema..." (sí, fui cauteloso). "¿Como que un problema?", respondió el popular "Chico"... "Parece... parece que murió" (se acabó la cautela), ya teniendo claro que había sido portador de la peor noticia posible. Silencio. Segundos eternos. "Pero no puede ser, antes de ayer estuve con él, estaba muy bien. No lo puedo creer".

"Milton quiere robarle unos minutos al aire, ¿puede ser?", agregué. Y ahí estaba el pobre "Chico", haciendo semblanzas de su amigo en la antena de una radio.

La noticia corrió como reguero en todas las redacciones, en radio Chilena un avezado reportero dijo que había sido trasladado al Servicio Médico Legal. Internet, aún muy incipiente se hacía eco de lo señalado en el exitoso franjeado deportivo de la mañana. Murió Sandrino. Murió.

8:05 de la mañana y el Caco Villalta, subiendo las escaleras del vetusto edificio de Manuel Rodríguez 15, encendió la primera alerta. "Oye ¿y será cierto?". Quedó cachudo con lo expuesto por Hoffens en la tertulia. "Supongo que lo confirmaron". Espinoza, blanco. Yo, lo miraba con algo de enojo. Lo primero que le dije fue "veamos de confirmarlo".

Llegamos a la oficina y no pasaron dos minutos cuando el teléfono sonó. Contesté. "Habla Sandrino Castec". Casi me caí de la silla. Milton arreglaba papeles en su maletín y le digo. "No murió Sandrino. Te llama por teléfono de hecho". Si las miradas mataran, el muerto hubiera sido yo en ese momento.

Castec -legítimamente furioso- le dijo el rosario completo. Quedó la gran cagada. No quería aceptar las disculpas. Tuvimos que pedírselas todos, por largo rato. Asumiendo el gran "condoro" que nos mandamos. Al final hasta comprometió su asistencia al programa de las 14 horas.

Nerviosos todos, Milton nos llevó a tomar desayuno al centro y nos aleccionó. Que no podía volver a suceder, que sabía y entendía que no hubo mala intención. "Menos mal que Sandrino se lo tomó a la buena". Menos mal. Terminó como una mala anécdota. Llegó al programa de la 14. Aceptó las disculpas. Tan amigos como siempre.

Corte directo. 2016. Reclutado por el diario La Tercera, me tocó conducir un streaming llamado "El Deportivo", tal como su suplemento. Un día invitaron a Castec. No pude evitarlo. "¿Se acuerda Sandrino cuando lo mataron en la radio?", le dije esperando su reacción. "Imposible olvidarlo", contestó, algo serio. "Bueno, tengo que confesarle algo", agregué temeroso. "Yo era el productor del programa. Y si bien no lo maté, pude hacer más por evitar el chasco...".

Me miró. Se sonrió. "Linda cagada se mandaron..." e hizo un guiño con el ojo. 5, 4, 3, 2... al aire. No volvimos a hablar del asunto. En el periodismo (y en la vida) las grandes cagadas nunca tienen padres. Yo no fui el padre de esta, pero, sí estuve invitado al bautizo.

Yo no te maté Sandrino. Te juro que no te maté.

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