Combatir el odio desde el territorio

Durante años parecía haberse generado un amplio consenso entre las naciones, avanzar hacia un desarrollo sostenible e inclusivo. Expresión clara de aquello fue la agenda pos 2015 que reconoce específicamente grupos que han sido excluidos durante generaciones  discapacitados, personas mayores e incluso a la comunidad LGBTIQ+ (LGTBIQ+  son las siglas que designan colectivamente lésbico, gay, bisexual, queer, trans, intersexual,  incluyendo a través del + cualquier otra identidad que se quede en el medio de todas ellas o en ninguna parte).

Sin procesos inclusivos nunca los países podrán lograr erradicar la pobreza, reducir la desigualdad y la exclusión social. A pesar de este compromiso formal de los Estados, hoy el escenario se observa contradictorio, basta con mirar movimientos populistas de extrema derecha en Europa, Trump en Estados Unidos y la avanzada regional encabezada por Bolsonaro, acuñando el temor a lo distinto como eje discursivo. 

Este retorno a los discursos de odio que incluso vemos en figuras políticas chilenas, son parte de la creciente ola de odio instalada en Latinoamérica contra personas trans, lesbianas, gays, bisexuales, no binarias, queer, etc. 

En lo que va de este año, en el país son 13 los ataques que se han producido a personas de la comunidad LGTBIQ+, cifra similar a los femicidios.

Es clave reconocer lo poco que estamos haciendo como sociedad y sobre todo como actores políticos, al permitir que se difundan públicamente mensajes de odio.

Nos hacemos un daño colectivo, incluso cultural, si no se enfrenta como corresponde y en los tiempos pertinentes; la normalización de la violencia reproducirá más control del poder, y futuros ciudadanos apabullados quizás sin opción a un pensamiento crítico que confronte esta violencia. 

Llama la atención que donde se observan más ataques de odio suceda en comunas vulnerables, donde la justicia pareciera nunca llegar, pero si se tratara de alguien con poder económico o político, el escenario posiblemente cambiaría. 

En 2018 fueron 698 las denuncias producidas a raíz de este tipo de hechos. El XVII Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género del movimiento de Integración y Liberación Homosexual, arrojó que la cifra de denuncias por homo, trans y lesbofobia aumentó en un 44 por ciento respecto al año pasado, de ello, las principales denuncias corresponden a hechos de violencia contra la población trans, con un total de 273 denuncias, abarcando el 39 por ciento del total. 

Alarmante estadística a días de que uno de los presidentes que más odio difunden, Jair Bolsonaro, llegue al país para reunirse con autoridades de gobierno. Más allá de su autoridad brindada por elecciones, no podemos legitimar discursos que incitan a la violencia contra quienes piensan, viven, aman y sienten distinto, menos proviniendo de un Presidente de la República. 

Pareciera ser que todos los avances en materia de Derechos Humanos pierden valor frente a la nula intervención de los propios gobiernos, por eso, no queda otro escenario que el de reivindicar nuestro derecho a vivir tranquilos y tranquilas en las calles, en los territorios locales con las organizaciones y la sociedad civil, porque las políticas de odio no pueden ser enfrentadas solo desde el punto de vista de la seguridad, sino que también deben ser abordadas desde la educación, con foco en la primera infancia y con un plan de trabajo concreto en los sectores más vulnerables. 

Algunos municipios del país hemos impulsado Oficinas de Diversidad e Inclusión, Migrantes, Discapacidad o de Diversidad Sexual, destinando recursos para visibilizar y problematizar realidades frente a la exclusión educativa, laboral y social que enfrentamos en comunidad.

Además, el año pasado en Cerro Navia hemos generado una ordenanza contra el acoso callejero y que también sanciona cualquier manifestación de odio, discriminación o violencia, porque si a nivel nacional no se generan leyes que impidan los discursos de odio, es importante generar políticas locales que en el territorio realicen el ejercicio de promover el respeto por la diferencia. 

Esperamos a Jair Bolsonaro en Cerro Navia con sus discursos misóginos y violentos, ya que en caso de hacerlo no dudaremos un segundo en aplicar la ordenanza, pues desde esta zona del país decidimos combatir el odio.

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