“Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada” (Ángela Merkel). Esta frase podríamos dirigirla a las administradoras de los fondos de pensiones de todos los chilenos. Todos sabemos el volumen millonario de ganancias que han tenido por decenios versus el menguado porcentaje que se reparte entre cada uno de los afiliados.
Dio vergüenza ajena ver bailar, saltar y aplaudir a algunos parlamentarios de la cámara baja cuando la mayoría votó a favor del retiro del 10% de nuestras cuentas previsionales. Cruel burla para los millones de pobres que serán aún más, gracias a la “genialidad” de los “protectores” de los intereses superiores del pueblo.
La iniciativa legislativa que permite los desembolsos de los recursos propios reunidos con inmensos sacrificios y esfuerzo de tantos ciudadanos, sólo muestra el desamparo y orfandad, la nula preocupación del bienestar y la justicia señera que debió primar particularmente hacia los ambientes más desposeídos y marginados.
Privilegiaron las leyes económicas vigentes de la sociedad que precipitan y hunden a muchos en la miseria absoluta. No cabe duda que pudo haber tenido otro giro este desenlace que una vez más desacredita a la clase política y se cuestiona su gestión.
Nobleza obliga. Acá no la hubo. Quienes usufructan por años enriqueciéndose de modo grotesco e ilícito bien pudieron asumir ese 10%, disminuyendo así la hipoteca que se ha gravado sobre ellos.
¿Las pensiones, dignas y adecuadas a las circunstancias de la gente, llegarán a ser algo más que pan y circo en Chile?
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