Hasta mediados de octubre de este año un total de 23 niñas, adolescentes y jóvenes menores de 29 años han sido víctimas de femicidio; 16 perdieron la vida en 2018 y 25 en 2017, según los informes de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres, organización que considera a las menores en sus estadísticas.
Menos claridad existe sobre cuántas y quiénes son sobrevivientes y no han muerto como consecuencia de los niveles de violencias que reciben de sus parejas.
Hace seis meses, cuando dimos a conocer el estudio realizado en 2018 “Amores Tempranos, violencia en los pololeos en adolescentes y jóvenes en Chile”, nos sorprendimos de los resultados de la investigación, que constataron cómo se mantienen vigentes, entre las generaciones más jóvenes, creencias culturales sexistas que pensábamos habían retrocedido.
El modelo de pareja jerárquico y de dependencia, en el que se ha impuesto a las mujeres centrar sus vidas en función de la pareja, los hijos e hijas, se ha traducido en una sobrecarga de tareas de crianza y cuidados que recaen fundamentalmente en ellas, y una abnegación que no les permite salir a tiempo de relaciones dañinas, entendiendo que el sufrimiento y el amor van de la mano.
Las parejas como núcleos desiguales en roles y poder, expresión de un patrón del “amor romántico”, que se ha transmitido a las nuevas generaciones quienes, incluso en búsquedas de nuevos formatos de relaciones no heteronormadas y más libres, recaen en la misma lógica, puesto que no encuentran modelos alternativos para imitar, reproduciendo aquello que vieron en sus hogares, la industria cultural y las instituciones.
En el caso de vivir violencia en sus relaciones de pololeo los adolescentes y jóvenes no tienen dónde acudir, en general enfrentan solos estas situaciones.
No existe en nuestro país una política pública ni un marco jurídico que los considere en sus relaciones de pareja tempranas. En el Congreso aún se debate la “Ley Gabriela” que busca reconocer el femicidio en relaciones de noviazgo en que no existe convivencia. Se hace urgente derribar tradiciones y creencias asociadas a modelos jerárquicos y binarios sexistas.
Ante este grave problema y la ausencia de políticas públicas, como Fundación pasamos de la preocupación a la acción, y en octubre hemos iniciamos un trabajo con dos mil adolescentes y jóvenes en ocho regiones del país, a quienes estamos entregando formación y sensibilización sobre violencias en sus relaciones de pareja, con el objeto de que comprendan e identifiquen comportamientos dañinos y adquieran herramientas de prevención, que les permitan construir relaciones sanas y promover acciones transformadoras.
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