El pasado 8 de marzo, ciudadanas y ciudadanos de todo el mundo convergieron en las calles denunciando la violencia en contra de la mujer y las distintas formas de subordinación y exclusión que aún nos afectan en múltiples dimensiones de nuestras vidas. Si algo no debiéramos perder de vista a propósito de este día es que la posibilidad de haber desplegado esta movilización a nivel internacional se la debemos a todas las mujeres que durante siglos han luchado incansablemente por el reconocimiento de nuestros derechos.
Ya en el personaje teatral Lisístrata, de Aristófanes (siglo V a. c.) aparece relevado el poder de autodeterminación sexual de la mujer y su papel en la lucha por la paz. Así, desde la antigüedad, hasta hoy, las mujeres hemos reclamado el reconocimiento de nuestros derechos; reconocimiento que enfrentó una larga resistencia de parte del mundo masculino.
De este modo, ha sido larga la senda que se ha tenido que recorrer para hacernos parte, en igualdad de condiciones, de los espacios de responsabilidad de nuestra vida en común, desde la familia hasta las instancias políticas nacionales e internacionales de toma de decisiones.
Este movimiento une en línea de continuidad a las mujeres que participaron de la revolución francesa, a los movimientos de mujeres obreras, a las primeras activistas que exigieron el derecho a voto, hasta los movimientos de mujeres y feministas de las últimas décadas.
Aquí están también las valientes mujeres chilenas que lucharon por nuestros derechos políticos y por la construcción de nuestra democracia: Elena Caffarena, Eloisa Díaz, Amanda Labarca, Gabriela Mistral, Sola Sierra, Adriana Olguín, María de la Cruz, Inés Enríquez, Alicia Cañas y Carmen Lazo, por recordar a algunas.
Desde principios del siglo veinte se celebra el Día de la Mujer Trabajadora, enalteciendo el ejemplo de todas las trabajadoras que entregaron su vida por sus demandas de justicia. Será en el año 1977 que la Asamblea General de Naciones Unidas reconocería el papel histórico de la mujer en la construcción de un orden mundial de paz y de pleno e igualitario disfrute de los derechos humanos, llamando a instaurar el “Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional”.
Ciertamente, la humanidad ha avanzado en forjar un acuerdo en torno a la igualdad de derechos entre todas las personas, pero ese avance le costó la vida a incontables mujeres y fue fruto del esfuerzo de siglos de movilización.
Esas grandes conquistas, que han quedado cristalizadas en distintos instrumentos internacionales de derechos humanos a partir de la segunda mitad del siglo veinte, son a su vez las que permiten que ocurra lo que hemos presenciado este 8 de marzo.
Las mujeres, y la ciudadanía en general, que han alzado la voz estos días, nos recuerdan la importancia de nuestro rol histórico en el avance de los derechos humanos así como la urgencia de todo lo que queda por hacer en materia de erradicación de la discriminación y la violencia, la forma más brutal de discriminación, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la salud y en la vida en sociedad en todos sus aspectos. Desde la Subsecretaría que encabezo, dentro del ministerio de Justicia y Derechos Humanos, estamos convencidos de que la mejor manera de enfrentar estos desafíos es proyectando un trabajo conjunto con la sociedad civil en el desarrollo de políticas públicas con enfoques de derechos humanos, que materialicen las obligaciones internacionales que ha adquirido el Estado de Chile.
Esa es la manera en que podemos darle continuidad a una larga historia de conquistas donde las protagonistas hemos sido las mujeres de a pie de todo el mundo.
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