La caída del General del Nunca Más

Julia Urquieta Olivares
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Para la lucha por la verdad y la justicia, la condena del general Juan Emilio Cheyre  por el ministro en visita Mario Carroza, en su calidad de encubridor por los crímenes de la Caravana de la Muerte, en que se ejecutaron cruelmente a 15 presos políticos de la ciudad de La Serena, constituye un hecho relevante en el camino para seguir rompiendo con la impunidad de quienes han cometido crímenes de lesa humanidad y que hasta hoy están impunes, ya sean civiles como militares.

El que un Comandante en Jefe del Ejército haya sido condenado, confirma nuevamente, que el Genocidio que se cometió en Chile fue parte de una política de Estado, encabezada por el dictador Pinochet y los altos mandos del Ejército. Efectivamente la condena es insuficiente dada la magnitud de los delitos, lo cual evidencia que sigue primando en nuestros tribunales la concepción de la justicia en la medida de lo posible.

Lo que ha pasado con el general Juan Emilio Cheyre, y su participación en estos homicidios, era una verdad que fue denunciada desde siempre por las víctimas y no se las escuchó.

De la misma manera que el movimiento de derechos humanos nunca aceptó la denominación de Cheyre como el General del Nunca Más, por cuanto no era creíble, cuando él era el primero que tenía que asumir su responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos, lo cual nunca ha reconocido.

Su denominación como tal, fue una operación comunicacional destinada a hacer creer que se estaban produciendo importantes cambios en el Ejército en cuanto al tratamiento del tema de los derechos humanos, pero la realidad ha comprobado que no ha sido así.

Hasta hoy el Ejército no ha entregado la información que sin duda posee, respecto a los crímenes cometidos y los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos cuyos cuerpos no se han encontrado.

No cabe duda, que la historia juzgará a Cheyre, no por su contribución a impulsar cambios al interior del Ejército para deshacerse de sus vínculos con el pinochetismo, sino por su participación en los crímenes de la Caravana de la Muerte, hechos que evidenciaron la crueldad con que actuó la dictadura y que un joven oficial de 25 años, tenía plena conciencia de la gravedad de ellos y no como ha querido hacer creer su defensa, que su juventud le impidió dimensionar los hechos.

Desde la creación de la Mesa de Diálogo y la continuidad de ésta, al denominar a  Cheyre, el General del Nunca Más, la Concertación desarrolló una política hacia las fuerzas armadas, rechazada por el movimiento de derechos humanos, destinada a concretar una falsa reconciliación, sin lograr que las fuerzas armadas asumieran su responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos y no a través de un falso perdón.

La impunidad de Cheyre y de todos aquellos que han participado, ya sea como autores, cómplices o encubridores en crímenes de lesa humanidad, sean civiles o militares, no es solo responsabilidad de la justicia, sino de todos aquellos que le han dado carta de demócratas a estos personeros, limpiando su imagen, como ocurrió en este caso, en que las pruebas eran evidentes. Sin embargo, la Concertación insistió reiteradamente hasta hoy en su defensa.

Chile necesita desarrollar una cultura permanente de los derechos humanos, por verdad, justicia, reparación y memoria.

La falta de una actividad constante en este sentido, ha llevado que surjan las posiciones negacionistas que pretenden negar las violaciones a los derechos humanos o justificarlas en un falso contexto.

Nuestra tarea es mantener viva la memoria para que el verdadero Nunca Más sea una realidad.

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