Hemos terminando un nuevo septiembre, el cual inaugura la conmemoración de 44 años del Golpe de Estado de 1973. Golpe de Estado que se tradujo en 17 años en los que el país vivió bajo la dictadura militar y, en la actualidad, en la constitución política de 1980 que sigue dándole el marco institucional de desarrollo al Estado y a la sociedad.
17 años puede ser toda una vida. 17 años, que en lo institucional son suficientes para modificar el desarrollo del Estado, suficientes para generar una Constitución política, suficientes para derogar leyes y generar nuevas mediante decretos, suficientes para dejar un trauma social que como sociedad aún no terminamos de elaborar.
Los chilenos y chilenas supieron en 17 años de atropellos a sus derechos. Hoy sabemos, que en esos 17 años desaparecieron más de 1.100 chilenos y chilenas, fueron ejecutadas extraoficialmente más de dos mil, torturadas más de 28.000.
Sabemos que durante 17 años se violaron los derechos civiles y políticos de un pueblo completo, marginando de toda construcción política y social a la ciudadanía, donde la posibilidad de hacer comunidad y participación fue acotada al mismo segmento que participó en el discurso del Cerro Chacarillas del año 1977 y que hoy forman parte del sector que respalda al candidato de la derecha Sebastián Piñera.
Los mismos, que cuando el trauma social e institucional de la dictadura reaparece, miran para el lado, y justifican los horrores de atropellos y violaciones a los derechos humanos con el mismo discurso que les hizo pedir el golpe de Estado.
A 44 años del Golpe, a la sociedad chilena se le revictimiza, cuando una candidata a diputada por la UDI de nombre Loreto Letelier, con un discurso de extremada violencia, niega verdades históricas y jurídicas y nos recuerda que en Chile sigue existiendo impunidad y que aún permanecen libres, cómplices y verdugos de la Dictadura.
Se le revictimiza, cuando el candidato presidencial de la derecha de nombre José Antonio Kast defiende con orgullo la cruel obra del “Gobierno Militar”, ¿la obra de la exclusión política y social, la obra de las violaciones a los derechos humanos, la obra de las torturas?
Es violento leer en el subtexto, que tener una constitución política hecha a la medida de sus intereses es un beneficio suficiente, frente al costo de tantas vidas que la obra de la dictadura dejó.
Es bueno recordar que la DINA y la CNI se crearon en la dictadura militar. Estuvieron dirigidas por seres crueles, personalidades psicopáticas, que dañaron de todas las formas inimaginables a seres humanos, despojándoles de su dignidad y a cientos de ellos quitándoles la vida e imponiéndole el terror a la sociedad en su conjunto.
Es por ello, que a 44 años del Golpe la sociedad chilena tiene el deber de reelaborar los traumas dejados por la Dictadura, para ello no se puede seguir relativizando verdades históricas, ni invisibilizar que la “obra” de la dictadura fue construida sobre la violencia y el atropello a los derechos humanos, no se puede seguir negando conocer toda verdad y alcanzar toda la justicia. Por otro lado, parte de este proceso lo constituye, el otorgarse una nueva Constitución política, fruto de la deliberación y los consensos que como sociedad democrática queramos darnos.
Para reelaborar socialmente es necesario realizar y mantener constantemente ejercicios de memoria, diálogos abiertos y democráticos que reivindiquen el poderoso Nunca Más y no perder de vista, a pesar de los discursos que pretenden dejarnos en un segundo plano, el valor central que las personas tenemos en ésta y en cualquier sociedad.
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