Durante esta semana el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos recibió un importante material documental del exilio chileno en México, como colecciones personales, entrevistas grabadas sobre la experiencia de los exilios latinoamericanos; números de la Revista La Verdad Sin Compromiso y 1.153 documentos que contienen literatura, conferencias e informes, de la Casa de Chile en México, entre otros, que habían sido guardadas por las Universidades Autónoma Metropolitana, sede Xochimilco; la Nacional Autónoma de México (UNAM), la Facultad de Filosofía y Letras; y por los ciudadanos chilenos residentes en México, Fernando Shultz y Sonia Daza.
La donación es un hito muy significativo para el país, y por ello me parece clave relevar tres aspectos que describen su importancia.
En primer lugar, es necesario valorar la consecuencia de principios de política exterior que tuvo México, al cortar relaciones con el dictador Pinochet cuando ocurrió el golpe de Estado. Y más aún, mientras estuvo en el poder, México no lo reconoció como Presidente del país.
Lo segundo, es el afecto inmenso que México le brindó al Presidente Allende cuando lo recibió el año ‘72, en esa gira emocionante, cuando dio un discurso en la Universidad de Guadalajara. Fue allí dónde acuñó la frase “hay jóvenes viejos y viejos jóvenes”, que nos sirve hoy para preguntarnos sobre la coherencia de los valores en la política, con el paso del tiempo. México concretó esta cercanía cuando le abrió las puertas con fraternidad a la familia Allende, y fue un espacio de acogida para tantos chilenos que llegaron exiliados a ese país, donde pudieron estudiar y dedicarse a sus carreras académicas e inserción profesional.
La Casa de Chile claramente era un centro cultural y un refugio en el extrañamiento, pero también un lugar donde los políticos y demócratas de nuestro país que estaban en el exilio pensaban cómo construir una unidad antifascista para lograr que en Chile se volviera a la democracia.
Por todo lo descrito, es que hoy tenemos una relación muy cercana entre ambos países. Y aún más, al recibir estas cajas pletóricas de material, que provienen de distintas universidades y que nos permiten recordar esa Casa de Chile en México, podemos ver que ese círculo, el que va desde el destierro al retorno, finalmente se cierra. Pero para abrirse inmediatamente, porque nosotros tenemos el compromiso y el deber de agradecer a México, debemos retribuirles por el apoyo que nos brindaron en horas oscuras para el país y al mismo tiempo, hacerles saber que aquí en Chile tendrán siempre un corazón solidario para acogerlos.
Reconocemos el trabajo realizado, para que estos archivos del exilio llegaran a Chile, por nuestro embajador en México, Ricardo Núñez, como también al embajador de ese país hermano en Chile, Rubén Beltrán.
El mismo reconocimiento lo extendemos a la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), y la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo de Chile (AGCID), que pudieron financiar este proyecto. Hoy el conjunto de estos documentos ingresa a la colección del Museo de la Memoria para que puedan ser conocidos por las personas que nos visitan, y así saber de manera más fidedigna, cómo fue esa hermosa solidaridad de México con Chile.
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