Un amigo me contó que, poco después del golpe, llegó detenido al Estadio Chile, donde fue testigo de una escena que nunca olvido. Se obligó a un conscripto a disparar a quema ropa a un prisionero. Era una ejecución sumaria, un escarmiento.
Detrás del conscripto estaba un oficial con su mano en el revólver. El conscripto dispara. El prisionero cae, pero no muere de inmediato. El conscripto llora. Muchos lloran. El prisionero desde el suelo mira al conscripto y a los demás y simplemente dice tocándose la sien con un dedo: “Y ahora, a pensar, a pensar”.
Tampoco yo he podido nunca olvidarme de esta historia desde que me la contaron. El horror nunca tuvo pausa. No esperaba a las despedidas. No permitía responder. Excepto en casos como el que relato.
Por eso el grito fue acallado por la ráfaga, por eso el corazón estalló simplemente en medio de la tortura. Por eso ya no pudo respirar el que fue arrojado al mar. Y por eso tenemos un Museo.
El Museo de la Memoria es la continuación del grito después de la ráfaga, es el latido de un corazón después de la parrilla, es el aire que se respira después del vuelo en la noche sobre el mar. Todo lo demás es “contexto”.
Si algo falta es el Museo del Cómplice Pasivo. Porque lo contrario de la Memoria es la Amnesia Opcional. Sería un museo representativo. Y barato. Se trata de un galpón con un solo pasillo. A izquierda y derecha, cada tanto, hay fotos de los asesinatos, las torturas, los atropellos, los exilios. La idea es que, cuando alguien pase y esté a punto de mirar una foto, desvíe la vista hacia otro lado. Gana premio el que, al final del pasillo, no vio nada.
La moraleja es simple: no mirar, no saber, no enterarse por años, mirar siempre donde nada pasaba, requiere un gran esfuerzo. Un trabajo difícil. Muchos prosperaron con este método. Porque hay cómplices activos, y pasivos. Lo que no hay es cómplices que no tuvieron beneficios.
Hace 36 años (1982), Frei moría. Un equipo de Patología del Hospital Clínico de la UC practicó una autopsia no autorizada por la familia, en su habitación, irregularmente. Vació su cuerpo. El hecho se ocultó por años.
En 2002 la familia se entera de la existencia de un informe tanatológico. Un médico acusado de encubridor, uno de los dos del equipo de tanatología que practicó la autopsia, dice que él había informado de la situación a Luis Castillo en 2000, y que él consideró el informe como confidencial, que solo podía ser entregado a la familia. Familia que no sabía que el informe existía. No hizo nada. No informó. No colaboró con la verdad. Dijo a la PDI que se enteró por la prensa. No fue así.
Ante esto actuamos como correspondía en el momento que correspondía, por parte de quien tenía que hablar. Hemos recibido la respuesta del gobierno y del Presidente. El gobierno esperará el pronunciamiento de la Justicia.
Piñera se equivocó. Otra vez. Le pedimos otra actitud, nos ofrece otro Museo. Le pedimos sacar a un subsecretario por ocultar la verdad, nos pide la prueba jurídica. No será el primero en actuar sino el último. Ahora la suerte está echada. Piñera lo respaldó. Eso significa que el conflicto va para largo.
La primera oportunidad para reaccionar era en el mismo momento en que se enunció la designación de Luis Castillo. La directiva del PDC fue la encargada de informar que tal designación era inaceptable y de que solicitábamos que se echara pie atrás. Ya tenemos la respuesta.
En síntesis, la respuesta de Piñera consistió en preguntar ¿pueden ustedes probar que ha cometido una falta? Lo que nosotros respondemos es ¿puede usted asumir el riesgo de designar como autoridad a un cuestionado por los derechos humanos?
El Presidente asumió el riesgo. Con eso fijó el estándar de su gobierno. A nosotros nos parece que es una pésima decisión. Quiebra un principio que ha estado en el centro del comportamiento de todos desde la recuperación de la democracia, el "nunca más en Chile".
El "nunca más" implica poner una barrera infranqueable entre el Estado y los infractores en casos de derechos humanos. Nunca más un Jefe de Estado mandando matar, nunca más un Presidente robando, nunca más una policía política torturando, nunca más autoridades implicadas.
Y ahora esta norma se perforó. Se apuesta a que no es necesaria la salida. Pero no se trata de especular, se trata de prevenir. El interpelado es Piñera es su función de Presidente. Es el criterio aplicado el que importa.
Si a un padre o una madre le dicen que su hijo está jugando con una culebra, pero que no se preocupe porque solo el 5% de este tipo de culebras son venenosas, no hay quien no salga corriendo a rescatar al niño. Porque no se trata de porcentajes, se trata de que el riesgo tiene que ser cero. El problema no es de la culebra, el problema es de los padres. Con los países ocurre lo mismo.
El presidente cree que nuestra convicción no basta. Otros nos han respaldado. Le agradecemos a cada partido por su gesto. El Colegio Médico ha sido diligente en iniciar el análisis ético de la situación. Bien por los médicos de Chile.
A los demás, les concedo todo. Podemos estar equivocados. No somos infalibles. Pero ¿cómo actuarían ustedes si tuvieran nuestro convencimiento?
Si tuvieran la convicción de que asesinaron a un Presidente. Si pensaran que las pruebas fueron ocultadas, destruidas, negadas. ¿Qué otra cosa les permitiría el auto respeto sino es gritarlo desde donde estén parados?
El Presidente se equivocó. Ya antes había errado en el caso de la designación de Mauricio Rojas. No conoce lo que piensan sus colaboradores cercanos. No es extraño que se vuelva a equivocar. A mi juicio, esto lo hace un mal Presidente. Porque rebaja el estándar ético.
Esto no es un gallito. Esto no es una moneda de cambio. Este no es un discurso mediático para la temporada primavera-verano. Este ni siquiera es por la DC, es por la decencia. Por la pura y simple decencia en Chile.
Si la pregunta es si alguien puede guardar silencio, la respuesta es no. El silencio no es opción. Pero, ahora que la suerte está echada, cada cual decide cuándo debe hablar.
Lo único que puedo aportar para discernir es explicar por qué soy demócrata cristiano. Y es por nuestra historia. Cuando era un casi un niño leí un libro de Ricardo Boizard, "Picotón", un gran periodista y un gran falangista.
Él fue testigo casi presencial, de la muerte de Ramona Parra, en el paseo Bulnes, en una manifestación de protesta que fue duramente reprimida por el gobierno.
En ese instante, Eduardo Frei Montalva era ministro de Obras Publicas de ese gobierno. Le preguntaron a Boizard qué haría Frei. Y él dijo, yo no hablé con Frei, no lo vimos en la directiva ni en el consejo del partido, pero respondió de inmediato, "Frei va a renunciar". No lo dudó. Era lo que correspondía. Era Frei. Era la Falange.
No se trata de repetir, se trata de mantener la coherencia. Cuando no haya duda de la responsabilidad del subsecretario que se quedó y la del Presidente que lo nombró y lo mantuvo, será el momento de decidir. Pero tal vez me equivoque en el enfoque. Lo dejo a su criterio.
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