La participación económica de las mujeres chilenas en el mercado laboral es una de las más bajas del mundo: solo 45,6% en el año 2013. Esto no solo las afecta a ellas, sino que al conjunto de los procesos de desarrollo del país. El tema de 2017 para el Día Internacional de la Mujer es “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”, meta que se hace imposible de lograr sin mejores políticas públicas, que ayuden a disminuir el costo de oportunidad de las mujeres para trabajar.
En Chile, cerca del 70% de los hombres en edad de trabajar se encuentran ocupados, cifra que es apenas superior al 46% en el caso de las mujeres. Pero estos promedios ocultan las aún más dramáticas realidades particulares. La brecha es incluso de mayor magnitud en las zonas rurales, donde la participación masculina mantiene el promedio nacional, pero la femenina cae al 32%.
El Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad 2015 de Rimisp muestra que el territorio es un factor relevante para explicar la desigualdad de género. La capacidad de generación autónoma de ingresos está relacionada con la estructura productiva y la condición rural o no del territorio. De ahí la importancia del enfoque territorial para abordar estas desigualdades.
Los patrones culturales, la capacidad de agencia de las organizaciones de mujeres así como otras dinámicas propias del territorio, pueden generar escenarios favorables o desfavorables para que ellas puedan potenciar al máximo sus capacidades.
Para que realmente avancemos en equidad de género, se necesitan políticas públicas que se adapten a los territorios y permitan llegar a la gran diversidad de realidades que viven las mujeres. Que ayuden a disminuir el costo de oportunidad de trabajar y potenciar aquellas políticas que apoyen el trabajo asociativo de las mujeres, tanto productivo como político. No se trata solo de políticas públicas para fortalecer activos individuales, sino de conjugarlas con otras que mejoran las oportunidades territoriales.
Chile necesita mujeres autónomas, empoderadas y participativas como única forma de mejorar la equidad y sostenibilidad a futuro para un planeta 50-50 en 2030.
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